dilluns, 2 de juny del 2014

Compras consorciadas, consorcios y cooperación


Acaba de aparecer el último número de CLIP, el Boletín de SEDICEn él, Blanca San José Montano, vocal de Publicaciones de SEDIC me hace una entrevista que reproduzco en dos entregas aquí

Blanca San José. En 2002, en el artículo ¿Qué es justo?: modelos de precios en la era electrónica decías que “las compras consorciadas se realizaban para ahorrar dinero… y hacer más efectivo el gasto… aunque los modelos de negocio no eran favorables para los consorcios”. ¿Crees que actualmente con los nuevos modelos de negocio, licencias, precios… esta situación ha cambiado y mejorado la situación de los consorcios bibliotecarios al realizar las compras de su material electrónico? 

Lluís Anglada: El artículo es de hace mucho tiempo. En los momentos iniciales de los acuerdos consorciados algunos modelos de precios estaban hechos en base las características de las bibliotecas universitarias de los Estados Unidos de America (EUA). Esto hacía que, aplicados a Europa, fueran injustos. Para dar un ejemplo, a veces los modelos tarifaban costes a partir de número de usuarios. Esto en los EUA suponía hacerlo en base a los usuarios a tiempo completo (Full Time Equivalent), pero este dato ni aún hoy está disponible en las bibliotecas españolas. Con el tiempo los modelos de precio se han ido adaptando a las características de las instituciones de educación superior en diferentes países.

Hoy hay acuerdos de compra consorciada en casi todo el mundo, lo que indica que son acuerdos que han sido considerados beneficiosos por diferentes instituciones y diferentes personas. La no participación en acuerdos consorciados, o una participación baja, no es indicativo de la maldad de los acuerdos, sino más bien de la poca capacidad organizativa de llegar a acuerdos con instituciones similares y formar consorcios de compras.

Esta extensión de los acuerdos consorciados es la mejor muestra de su bondad ya que, de no considerarse beneficiosos, no se harían. A mi entender y para España han supuesto un cambio radical con respecto al acceso a la información. En el caso que conozco mejor (las universidades de Cataluña) con estos acuerdos los investigadores han tenido acceso a revistas científicas de calidad a unos precios muy razonables, cosa que no fue posible en el entorno impreso. Otra cosa son las desventajas de los acuerdos consorciados que las hay. La venta de información en paquetes por parte de las editoriales fortalece económicamente a las revistas que están dentro de los paquetes y debilita a las que no lo están.

Los modelos de precio criticados en el artículo de 2002 evolucionaron y se estabilizaron permitiendo la gran extensión de acuerdos que hubo entre los años 2000 y 2005. Pero estos modelos se basaban en el gasto que un conjunto de instituciones hacía en revistas impresas. Esta base ha dejado de tener sentido en el momento en que la mayoría de accesos son digitales, pero aún es la que se usa como cálculo básico. Los modelos actuales tienen, por tanto, que cambiar. Algunas editoriales han elaborado modelos de precio basados únicamente en las revistas digitales. En sí mismos, son modelos ‘mejores’. El problema está en que cuando se aplican generan desequilibrios (algunos consorcios deben pagar más que antes) que no se sabe como compensar.

Blanca San José. En 2003, en tu artículo  Impacto e influencia de los consorcios en la gestión de colecciones decías que habían existido dos oleadas de cooperación “la primera en los años 70 con la automatización con consecuencias en el préstamos interbibliotecario… la segunda, a finales de los años 90… con los consorcios de información electrónica y con consecuencia en las colecciones (catálogo, préstamo y compras conjuntas)…”¿Crees que nos encontramos ante un tercera oleada de cooperación?, si es así ¿cuál consideras que son sus consecuencias?

Lluís Anglada: Sí, incluso creo que deberíamos citar una oleada anterior generada por las facilidades de crear catálogos colectivos a partir de la reproducción fotográfica de fichas, el ejemplo más conocido de los cuales es el National Union Catalog (NUC). Sí también al hecho que la tecnología ha actuado como facilitadora de la cooperación bibliotecaria. El uso de los ordenadores en los 70 y la compra de revistas digitales en los 90. Pero el hecho a resaltar es que la tecnología es capacitadora, pero incapaz de crear necesidades a no ser que esta preexistan. Quiero decir con esto que las bibliotecas llevan en su código genético la necesidad de cooperar.

La cooperación no es un bien en sí mismo, es un instrumento. Cooperar o hacer cosas colectivamente puede ser un inconveniente en muchos casos, pero si tu misión es proporcionar información (esté esta dónde esté), solo hay dos maneras de hacerlo: o tienes toda la información existente, o te asocias con instituciones semejantes (es decir, otras bibliotecas) para que, conjuntamente, al oferta de información se incremente en cantidad y en nivel de satisfacción de peticiones. Las bibliotecas han elegido el segundo camino ya que el primero no solo es caro sino que es imposible. En los años 60 y 70 las bibliotecas de las universidades más ricas comprobaron que por dinero que tuvieran y por mucho que cientifizaran el proceso de compra nunca conseguirían tener toda la información que sus usuarios les pedían. 

En los 90 la información se hizo digital y esto propició la cooperación alrededor de las compras consorciadas. En estos momentos el cambio tecnológico que más afecta a las bibliotecas es que la información va a pasar a instalarse en la red. No, no lo está aún, es accesible desde la red. La información en la red estará físicamente en algún lado, pero estará preparada para ser interoperable. Esto se está haciendo hoy a partir de portales que recolectan la información digitalizada y almacenada a nivel local, pero ‘puesta’ en la red a nivel colectivo. 

En segundo lugar, lo que estamos construyendo es una biblioteca digital mundial. Para ello hemos de pasar a formato digital los muchos documentos manuscritos o impresos que las bibliotecas han atesorado y que hasta ahora solo eran consultables desde dentro de sus paredes (de las de las bibliotecas). Muchos de estos impresos están en diferentes bibliotecas, no tienen sentido que cada una de ellas produzca una copia. La biblioteca digital mundial será un mosaico compuesto de muchísimas piezas, para que todas formen una figura reconocible, las bibliotecas deberán trabajar conjuntamente.

Blanca San José En 2005, en INFODOC definiste los consorcios de bibliotecas como “agrupación cooperativa para coordinar esfuerzos… y con el objetivo de mejorar los servicios bibliotecarios a través de la colaboración… sobre todo de contenidos electrónicos”. Actualmente, ¿Cuáles consideras las actividades cooperativas más importantes que pueden llevar a cabo las bibliotecas para mejorar su infraestructura, colección, servicios…? Y ¿cuáles son los apoyos más importantes que necesitan para su ejecución?

Lluís Anglada: Sí, en 2005 la actividad cooperativa con mayores beneficios era la de contratar conjuntamente recursos electrónicos. Probablemente esta sea aún (y para los próximos 5 años, al menos) la principal actividad cooperativa. En las preguntas anteriores ya he destacado el hecho que la agrupación de las bibliotecas en cooperativas de compra ha supuesto un cambio sustancial en los servicios que ésas ofrecen ya que permiten ofrecer mucha más información de la que habrán podido ofrecer a sus usuarios en el entorno papel y comprando de forma individual. Quisiera destacar que esto ha supuesto además, para las bibliotecas que lo han hecho, una ganancia enorme en prestigio para las bibliotecas ya que sus usuarios han percibido la enorme ganancia del acceso electrónico a revistas como una aportación de las bibliotecas a pesar que esto ha sido un resultado de una agrupación de factores (tecnología, más modelos de precio para compras conjuntas más la capacidad de las bibliotecas de agruparse).

Con consorcios constituidos, las actividades cooperativas que representan beneficios claros para las bibliotecas consorciadas son diversas. Los objetivos de la cooperación de los años 70 y 80 continúan siendo válidos ya que los catálogos colectivos y el préstamo entre bibliotecas mejoran mucho los servicios que las bibliotecas ofrecen. Las colecciones impresas tendrán una importancia decreciente en el futuro próximo pero continuarán siendo las únicas fuentes para algunas actividades de investigación y aprendizaje. La constitución de almacenes cooperativos donde guardar de forma eficiente impresos importantes para la investigación pero de poco uso será otro ámbito de cooperación en los próximos años, tal como lo está siendo ya en los países más avanzados en estructura bibliotecaria.

También lo serán la construcción de plataformas o portales de visualización conjunta de información digital. Estos portales pueden hacerse al margen de la cooperación, pero su efectividad está asociada a compartir normas, conocimientos infraestructura y planes de digitalización. Quisiera destacar que hay ámbitos en los que la cooperación no tiene papel. Estos serían los más asociados al usuario final: la atención al usuario, la detección de sus necesidades, el acompañamiento en hacer posible el Open Access, la formación…

Para cooperar (da igual en qué cooperemos) se necesitan de forma indispensable dos cosas: visión compartida y generosidad. Tener una idea clara de lo que se debe hacer no es fácil, que esta visión lo sea con otros lo es menos, pero no podemos hacer cosas conjuntamente si no vemos de forma igual o parecía los retos a los que nos enfrentamos y no compartimos una determinada solución como la mejor o como la menos mala. La dificultad de tener una visión compartida depende del momento. A veces los objetivos son compartidos pero se carece de la fuerza para llevarlos a cabo, sería el caso hoy de hacer un catálogo colectivo, por ejemplo. En otros casos la necesidad no es compartida y el problema entonces es de liderazgo, de mostrarla y de encontrar aliados para ejecutarla. La generosidad no significa hacer cosas que uno no quiere, sino ser lo suficientemente flexible como para no impedir la cooperación con exigencias que lo son para uno pero que no pueden satisfacer los demás. Cooperar quiere decir estar entrenado en el gana-gana, es decir, en observar las ganancias propias sin fijarse (demasiado) en si las de los compañeros de viaje son mayores o menores que las nuestras.