dilluns, 19 de desembre del 2016

Autonomía, representatividad, visión exterior: el nuevo estatuto de la Biblioteca Nacional



Fue fácil ser biblioteca nacional, en el siglo XX, una vez se introdujo el mecanismo del depósito legal. La producción impresa que las bibliotecas nacionales debían recoger les llegaba de forma automática. No lo es tanto a inicios de S XXI, cuando su misión no puede cumplirse sin hacer lo mismo con la producción digital. La transición de lo impreso a lo digital no es una simple adaptación de lo mismo a un nuevo formato, requiere cambios organizacionales que no siempre se quieren o pueden hacer.

La ley 1/2015 reguladora de la Biblioteca Nacional de España, de forma coherente con la nueva ley del depósito legal, determina que la BN debe “Actuar como centro depositario y de conservación de la producción cultural española en cualquier soporte, incluidos los documentos electrónicos y sitios web” (art 3, 1.a). Pero la Ley no cambió su carácter de organismo autónomo.

La mayoría de las funciones que pertenecen a la administración la ejercen entidades que actúan de forma jerárquica, pero, en algunos casos, se considera que la mejor manera que tiene la administración para conseguir sus fines es conceder autonomía a determinadas entidades. Es el caso de las universidades, por ejemplo. El Museo del Prado adquirió esta categoría recientemente y ahora la recibe la Biblioteca Nacional con su nuevo estatuto.

Con éste, la Biblioteca Nacional de España pasa a tener “personalidad jurídica pública diferenciada, patrimonio y tesorería propios, así como autonomía de gestión”. Esta autonomía debería permitir adaptarse mejor y de forma más ágil a los cambios derivados de esta nueva forma de diseminar la información que es Internet. Estos cambios no son solo tecnológicos, sino que también son sobre cómo hacer las cosas. Tal como explica la nota de prensa de la BN, la autonomía permitirá a la biblioteca captar recursos a través del mecenazgo pero también participar en sociedades, fundaciones, etc. para la realización de sus fines.

Si la sociedad industrial encontró en la organización vertical la forma de realizarse, la sociedad informacional requiere una organización en red. Las funciones que antaño podía realizar una biblioteca nacional sola, hoy solo podrán cumplirse de forma federada y cooperativa, y es bueno que la BN se dote de la autonomía que se lo permita.

El nuevo estatuto determina que la Biblioteca tengo como organismo gestor un Patronato. Este está formado por 30 vocales, 11 de los cuales son miembros natos.  El resto (19), serán nombrados “entre personas de reconocido prestigio o competencia en el ámbito de la cultura, la investigación científica y la economía o que se hayan distinguido por su colaboración o apoyo a la Biblioteca Nacional de España”. Esta mayoría de representantes no natos muestra una gran confianza en la sociedad civil. Ahora, el reto está en configurar un Patronato efectivamente representativo de los diferentes actores que alimentan y se alimentan de la cultura y la memoria escritas.

El nuevo estatuto contempla también la creación de un comité científico (art. 11) que “asesorará a la Biblioteca Nacional de España en la participación de [sic] programas y proyectos de investigación, tanto nacionales e internacionales, en relación con los fines y objetivos de la Institución”. Una finalidad ambigua que puede ser aprovechada, si se utiliza con inteligencia, para aportar visión externa a una institución que, por naturaleza y tradición, ha estado dominada por dinámicas internas. El mundo digital está aún en creación; esto no permite que ninguna organización tenga todos los especialistas y puntos de vista que la complejidad de lo digital requiere.

Finalmente, el estatuto (art. 13) determina que de la dirección de la Biblioteca dependan una Gerencia y una Dirección Técnica, pero también dos nuevas unidades orgánicas: la División de Procesos y Servicios Digitales y la División Cultural. Se intuye de esta estructura que la BNE quiere tener tres patas de actividades: la que podríamos llamar clásica y centrada en lo impreso, otra pensada para las nuevas necesidades emanadas de lo digital, y una tercera para potenciar las actividades culturales y la conexión de la biblioteca con la sociedad la cultura de la cual recoge y preserva.

El nuevo estatuto confiere a la BNE el beneficio de la autonomía y le permite dotarse de un patronato representativo y de un comité científico que les proporcione visión exterior. De momento, estos son los ingredientes esenciales para una buena receta.





diumenge, 4 de desembre del 2016

Libros, ¿impresos o digitales?



El Pew research Center acaba de publicar el informe Book Reading 2016 sobre los hábitos de lectura de libros (impresos o digitales de los ciudadanos de los Estados Unidos de Norte América. El breve informe muestra una ligera recuperación de los datos de lectura: un 73% se declara lector/a de libros en cualquier formato con respecto al 72% que lo hacía en 2015 (pero los lectores declarados eran el 76% el 2014, y el 79% el 2011).

El informe indica que los norteamericanos “leen más libros e- en tabletas o en teléfonos móviles que en lectores de libros e- y que la lectura de libros impresos es mucho más popular que hacerlo en forma digital”.

Yo soy lector apasionado y creo que me inclinaría por leer en cualquier formato que aumentara mi capacidad o experiencia lectora. Leo de forma preferente en digital libros y documentos en PDF. Uso un lector de PDFs fantástico que me deja subrayar el libro de diferentes maneras y puedo anotarlo manuscritamente. Además, controlo los ficheros de los libros o documentos leídos, puedo almacenarlos, encontrarlos y prestarlos.

No me pasa lo mismo con los e-libros. A pesar de la ventaja de la transportabilidad, para las novelas, los grandes inconvenientes que encuentro al libro e- son dos: quedan encadenados a un soporte y no puedes almacenarlos juntos en tu biblioteca (digital) y no todos los libros que me apetece leer se encuentran en el mercado en forma digital. Para las obras de no ficción, dónde acostumbro a tomar notas o a marcar fragmentos, las prestaciones del libro e- son muy mejorables. Ni el subrayado ni la anotación tienen calidad pero, sobro todo, no poderlos prestar ni poderlos almacenar libremente hacen que el e- libro (al menos para mí) no sea una alternativa. Al menos no para hoy.






diumenge, 30 d’octubre del 2016

"Aquí hi haurà taules per estudiar"



Això és el que diu el cartell que està a la biblioteca central de la Universitat de Estocolm. El cartell està al mig d’un espai de la biblioteca actualment buit de mobles i que –presumiblement- estava ocupat per prestatges amb llibres impresos.

Sóc d’una generació que no va tenir moltes facilitats per estudiar a casa. Molts companys havien d’esperar que s’acabés de sopar per poder desplegar llibres i apunts a la taula del menjador. Segurament per això molta gent de la meva generació, que van veure com el nivell de vida pujava (i el nombre de fills baixava), van pensar que les biblioteques no s’omplirien de persones per estudiar, perquè això –ara-  ja ho podien fer a casa.  

Malgrat tot, cada biblioteca nova que s’ha fet ha acabat plena de persones que decideixen passar-hi les estones que tenen per estudiar. Això ha estat així mentre fèiem biblioteques per encabir-hi persones, però, sobretot llibres, els llibres que abans la misèria del país no havia permès comprar. Ara totes les universitats tenen grans i noves biblioteques. Plenes de llibres i amb gent que vol encabir-s’hi per concentrar-se, per reposar, per estudiar, per fer-hi feina...

La migració al digital -que està quasi completada pel que fa a les revistes i tot just iniciada pel que fa als llibres-  no farà més que reduir les necessitats de les biblioteques de tenir exemplars físics dins les seves parets. Això, però, no redueix la necessitat de biblioteques amb parets: biblioteques per a persones que remenen informació i que volen aprendre. Aquesta ha estat sempre la funció de les biblioteques: ajudar a la gent en el seu procés d’adquirir informació i de formar-se un pensament propi.

Per complir la seva missió, les biblioteques en el passat van prioritzar la recollida d’informació (que era escassa i difícil de trobar). Ara (amb informació abundant i a la punta dels dits d’una tablet) la prioritat és la transformació dels espais de cara a facilitar l’estudi, el treball en grup i l’adquisició de nous coneixements.  

La meva filla enguany ha començat a la universitat i no va a la biblioteca. Quan té una estona perduda i vol aprofitar el temps va a un altre espai de la facultat on “hi ha taules més grans i endolls”. Tenim, doncs, per endavant, la feina de transformar el que van ser biblioteques per a llibres en biblioteques per a persones.

  

diumenge, 3 de juliol del 2016

La jubilació d’Assumpta Bailac i el model d’èxit de les biblioteques públiques de Catalunya




Em sabria greu ser injust amb algun nom que oblido, però, al meu entendre, Núria Ventura (jubilada el 2014), Jordi Permanyer (jubilat el2015) i Assumpta Bailac (acabada de jubilar) són els artífexs de l’èxit no previsible de les biblioteques públiques de Catalunya. Hi afegiria –en una altra esfera- a Dolors Lamarca (jubilada el 2012) la qual, des del Servei de Biblioteques de la Generalitat, va ser la primera en iniciar la modernització de les biblioteques populars i va intentar refer la xarxa creada per la Mancomunitat.

No he seguit el tema tan de prop com per ser-ne un analista fi, però, al meu entendre, N. Ventura i J. Permanyer van iniciar la creació d’un model propi de biblioteques públiques que l’Assumpta va saber consolidar. No vull repartir responsabilitats entre els tres, i sí en canvi assenyalar que l’èxit -innegable i àmpliament reconegut- de les biblioteques populars de Catalunya s’ha forjat i fet al Servei de Biblioteques de la Diputació de Barcelona.

No era fàcil fer-ho i –com en tot projecte d’èxit, les circumstàncies hi van jugar a favor, però, sobretot, no era obvi que l’experiment tingués èxit. Situats a la represa de la democràcia, el problema no era que els bibliotecaris creguéssim en el potencial de les biblioteques per a la societat, el difícil era que ho creguessin també els responsables polítics. Avui, aquesta és la gran aportació de Ventura-Permanyer-Bailac (i Lamarca): les biblioteques són vistes com un equipament desitjable per qualsevol municipi i moltes polítiques culturals i d’informació les tenen en compte i s’hi basen.

El gran encert de les persones citades va ser no defallir en voler fer de les biblioteques d’aquí el que eren las biblioteques per a països com el Regne Unit, Holanda o Suècia. Voler-les fer adaptades a les necessitats de gent en un moment històric donat i fer-les amb rigor i professionalitat. Els primers mobles moderns, la construcció de biblioteques seguint prioritats, els bibliobusos, les directrius per fer edificis,  l’automatització, els discs o els còmics... Tot això, que avui trobem natural, ha estat en cada moment un esforç i una batalla. Avui se’ns ha incorporat al model mental que tenim de les biblioteques i no n’acceptaríem cap –de biblioteca- que quedés per sota. Les biblioteques municipals de la Diputació de Barcelona tenen poc a desitjar (potser només les col·leccions) respecte les millors dels països europeus.

L’Assumpta va ser Directora General al Departament de Cultura en la legislatura del 1r tripartit; una legislatura curta i convulsa. Allà, i a proposta seva, el 20 de Juliol de 2004, es va aprovar l’acord del Govern de la Generalitat de CatalunyaPer a la millora i modernització del Sistema Bibliotecari de Catalunya en el període 2004-07”. L’acord és l’intent més ambiciós fet en democràcia de “promoure la generació de les sinèrgies indispensables per a la modernització en profunditat dels diferents components del sistema bibliotecari de Catalunya”.

L’actual model de biblioteques públiques de Catalunya es va gestar lentament. Amb molts debats i lectures els anys 70 i 80, amb projectes iniciats els 80 i a principis dels 90, i amb les realitzacions que es van poder dur a terme els anys 90 i que han estat continuades fins ara. No és un model perfecte, però si d’excel·lència. Ara que se’n jubilen els qui el van iniciar caldria veure què és encara vàlid i què s’ha de renovar.




diumenge, 26 de juny del 2016

Eugene Garfield, para mí



Hace unos pocos días, la Universitat de Barcelona, a propuesta de la Facultat de Biblioteconomia i Documentació, concedió el grado de doctor honoris causa a Eugene Garfield. La ‘laudatio’ de la figura de Garfield la hizo Cristóbal Urbano. Vale la pena leer el discurso de Cristóbal Urbano donde de forma erudita y amena se repasa la trayectoria profesional y las aportaciones de E. Garfield.

La cienciometría y la bibliometría –disciplinas que tienen con Garfield una deuda impagable- siempre me han parecido disciplinas apasionantes pero no son sus aportaciones a este campo lo que a mí más me ha influido. Recuerdo bien, en cambio, lo extraordinario que me parecieron los Current contents o el Citation index cuando los conocí, y mucho antes de ser consciente de la estatura profesional de Garfield.

Todo debe ponerse en su contexto. Descubrí los Current contents siendo profesor de la Escuela de biblioteconomía, es decir a mediados de los 80. Me sorprendió que por unas publicaciones tan enclenques la gente pagara una subscripción sorprendentemente cara y del todo indispensable para cualquier biblioteca de investigación. Me avergüenza un poco decirlo, pero fue así. Si uno se dejaba llevar por la que aparentaban aquellos fascículos que reproducían las páginas de sumarios de las principales revistas científicas no podía más que no entenderlo. Pero los CC cubrían un vacio muy importante: daban acceso ya no solo a la noticia de lo publicado sino que, de forma indirecta, daban acceso al contenido mismo (¡accesibilidad y disponibilidad de una sola tacada!).

Saber qué se publica en un campo determinado y poderlo obtener son necesidades constantes para un investigador. Lo fueron a principios del siglo pasado (cuando aparece la primera revista de resúmenes, el Chemical Abstracts, y se extiende el préstamo entre bibliotecas) y lo siguen siendo  a principios del siglo presente (ahora que el descubrimiento se produce a menudo en las redes sociales y el acceso es directo a través de la red).

Conocer lo que hay y poderlo leer son necesidades (constantes) que subyacen en cualquier actividad científica y a éstas debemos dirigir los bibliotecarios nuestros esfuerzos. Los CC tuvieron en los 90 muchos imitadores entre las bibliotecas universitarias. Se organizaron servicios de fotocopias de sumarios de revistas que se distribuían, incluso de forma selectiva, entre quien se subscribía a las mismas y que permitían recibir los artículos fotocopiados por lo que entonces recibió en nombre de servicio de suministro de documentos.
  
No me acuerdo en cambió de cuando tuve conocimiento del Citation index. El invento me pareció de una simplicidad y efectividad pasmosa: buscar un artículo importante o seminal en una materia dada para rastrear en sentido temporal ascendente quién lo había citado. El principio subyacente -los que citan un artículo de un tema dado más que probablemente traten este mismo tema- hoy nos parece tan ‘natural’ como sorprendentemente nuevo parecía entonces.

La lección de elogio de la figura de Garfield de C. Urbano nos muestra que el camino que hay entre sendos ‘descubrimientos’ y los servicios bibliográficos que se desarrollaron a partir de ellos está lleno de tesón, esfuerzo, y acierto. Otra lección a aprender: las ideas simples no se desarrollan de forma automática de forma derivada de su potencia, sino que son hijas del trabajo.

Profesionalmente hablando, hemos tenido la enorme suerte de pertenecer a un ámbito en el que se han desarrollado instrumentos y servicios que han usado tecnologías en su momento emergentes. Lo fue, en su momento, la consulta remota a bases de datos, pero también los OPACs o los CD-Roms. Novedades tecnológicas todas ellas fascinantes y ‘revolucionarias’; lo suficiente sorprendentes y nuevas como para atraernos por ellas mismas y para hacernos olvidar para qué surgieron.

Estamos invirtiendo mucho esfuerzo en crear y alimentar repositorios institucionales, pero parece que hay más artículos en abierto en Academia.edu o en ResearchGate; ídem con los instrumentos de descubrimiento a pesar que mucho ‘descubrimiento’ parece producirse directamente en los buscadores. El acontecer de las cosas nos deparará sorpresas, pero, lo más seguro es que quién sabe cuáles serán. Las necesidades de los usuarios son la luna, y las novedades tecnológicas el dedo que la señala. 

Nuestro deber es mirar más allá del dedo.








dilluns, 20 de juny del 2016

La salud de las bibliotecas universitarias y las de la UAB como ejemplo


Ejemplarmente el Servei de Biblioteques de la UAB viene publicando memorias anuales desde el año 1987. Digo ejemplarmente porqué esto es transparencia antes de la ley de la transparencia y porqué –por desgracia- es un ejemplo que no ha cundido. Para los interesados en el paso del tiempo vean la del 1987 realizada de forma mecanografiada, la única manera de redactar documentos antes que los PCs llegaran a ser instrumentos de trabajo cuotidianos.

Las memorias son un ejercicio de ‘accountability’ o rendimiento de cuentas que, a mi entender, es básico y, por lo tanto, previo a otras expresiones de rendimiento de cuentas y de mejoramiento por la calidad (llámense estas ISO, planificación estratégica, FQM). La calidad es lo perseguido, pero la calidad sin datos es un ejercicio estéril.

Las memorias permiten ver la evolución de los servicios prestados y deducir, a partir de estos datos, hasta qué punto una biblioteca cumple con sus finalidades, hasta qué punto es efectiva, qué servicios van a la baja, cuáles emergen… Permiten saber el grado de salud de una biblioteca y, por extensión, de las de su tipo. En este sentido, las bibliotecas de la UAB son un ejemplo bastante ideal. La UAB es una universidad relativamente nueva (fundada el 1968), que ocupa las primeras posiciones en cualquier ranking, que ha contado desde siempre con un buen equipo de profesionales  y que ha dedicado importantes recursos a sus bibliotecas y a proporcionar servicios bibliotecarios.

Veamos la salud de las bibliotecas de la UAB y, por extensión, la del resto de universitarias. Que la información digital esté construyéndose como realidad prevalente no debe hacernos olvidar que algunos servicios básicos de las bibliotecas se están proporcionando a partir de los recursos clásicos de los espacios y las colecciones. Empecemos por aquí.

El gran momento para hacer nuevas bibliotecas fue la década de los 90 del siglo pasado. La UAB tenía 26.760m2 el año 2000, llegó a los 35.000 en el 2006 y tiene 36.615m2 ahora. Sin casi crecimiento en los últimos años, a pesar de tener proyectos de nuevos edificios. La conclusión me parece clara: a las universidades que o las hicieron en su momento les va a ser muy difícil hacer bibliotecas nuevas.

Las compras de libros han bajado drásticamente debido a la crisis. Las bibliotecas de la UAB estuvieron comprando entre 15 y 19.000 monografías al año entre el 1994 y 2010. Las compras pasaron a unas 11.000 en 2011, unas 9.000 en 2013 y a 6.374 en 2015. Mirémoslo por el lado que queramos: esto supone una merma muy grade en la capacidad de las bibliotecas de proporcionar información relevante a sus usuarios.

Las revistas vivas han pasado de 12.809 el año 2000, a 21.537 en 2006 y 30.307 en 2015. Esto no puede entenderse al margen del nuevo modelo de compras de las revistas por paquetes a través de consorcios. Las compras de revistas por paquetes ha sido bastante denostada pero creo que es innegable que ha ampliado considerablemente el acceso que las bibliotecas ofrecen a sus usuarios y a la valoración (altamente positiva) qué hacen estos de las bibliotecas.

Los usuarios presenciales llegaron a su máximo en 1998 (más de 4,5 millones), pero desde entonces, aunque lentamente, no han dejado de descender: 4M en 2001, casi 3,8 en 2006, poco más de los 3 en 2013 y 2,9 en 2015. El descenso de libros en sala es mucho más drástica: de los 709.000 en 2006 a 197.497 en 2015. A mi entender esto resucitará pronto un debate que ya tuvo lugar en los 90: ¿para qué hacer bibliotecas si a ellas la gente no va para usar los documentos que allí se encuentran? Paralelamente hay usos de documentos digitales (libros, BBDD y libros). Los usos –evidentemente- crecen, pero son datos aún difíciles de interpretar. El crecimiento de artículos recuperados (de casi 1,4M en 1006 a poco más de 1,6M en 2015) me parece preocupantemente bajo. El préstamo ‘in situ’ se reduce ligeramente (de 529.896 en 2006 a 454.426 en 2015), pero a éste se le debe sumar el préstamo consorciado (unos 15.000 en 2015)  

La estructura de la memoria de las bibliotecas de la UAB no destaca suficientemente el giro de las bibliotecas universitarias hacia lo digital, pero las casi 20 p de la memoria dedicadas a este tema indican los esfuerzos dedicados al mismo. No hace mucho más de 10 años que las bibliotecas universitarias se dedican a recoger en formato digital documentos de todo tipo producidos en su institución. A las colecciones físicas debemos sumarles las electrónicas almacenadas ya no en los estantes de las bibliotecas físicas sino en los repositorios digitales.

El repositorio institucional de la UAB –el DDD- llegó a los casi 50.000 documentos en 2009, sobrepasó los 100.000 en 2013 y tenía 132.715 a finales de 2015. El ritmo de crecimiento decrece pero el de consultas se mantiene y substituye en parte las consultas de documentos en sala (muy interesante, por cierto, a tipología de documentos que se encuentra en la p. 54).  

La memoria recoge aun de forma tímida un conjunto de servicios que las bibliotecas de las universidades han empezado a prestar de forma decidida para dar apoyo a la investigación. Quizá las bibliotecas de la UAB no sean las más avanzadas de España en este giro en sus servicios, pero este es en parte el problema de los servicios emergentes: que cuestan verse.



  

dijous, 9 de juny del 2016

Si publico una revista, ¿Vale la pena hacerlo en abierto?




Uno de los principales cambios recientes en la edición de revistas se ha producido en el modelo de negocio y ha sido el acceso abierto (OA).

A principios de este siglo, un grupo de científicos publicaron una carta abierta en la que se reclamaba que el contenido de la investigación científica se pudiera diseminar de forma abierta. Poco tiempo después, un conjunto de declaraciones internacionales consolidaban la idea bajo el concepto de ‘acceso abierto’, el cual implica que los artículos debían distribuirse de forma abierta (sin coste) y bajo unas licencias de uso que permitieran la reutilización de los artículos de forma libre.

El movimiento del OA se ha consolidado a nivel de idea y muchos investigadores, universidades, organismos financiadores de la investigación y estados están reclamando que toda la producción científica (especialmente la financiada con dinero público, que es la mayoría) se distribuya de forma abierta. Se considera que esto tendrá los efectos de general más y mejor ciencia e innovación. Sin entrar en detalles ni matices, una posibilidad para el OA es depositar los artículos en bibliotecas digitales o repositorios -lo que se denomina vía verde al OA-, y otra, la publicación de la revista en OA -la llamada vía dorada-.

El OA tiene, innegablemente, unos efectos beneficiosos inmediatos para los lectores, ya que les permite leer y usar los artículos que les interesan bajo unas restricciones mucho menores que en el modelo de acceder a los artículos a partir de suscripciones individuales o institucionales. Pero esto crea el problema de cómo se financian las revistas en este nuevo modelo de negocio (o realidad) en la que ya no se puede contar con ingresos por las suscripciones.

Parece claro que el OA está en el horizonte de la comunicación científica. Ni autores ni editores dudan que será la forma como los artículos se difundirán en un futuro cercano. Lo que está menos claro son las formas que definitivamente se encuentren para garantizar la financiación de las revistas y cómo será el proceso de transición de la distribución de artículos bajo suscripción al de difusión en abierto. Pero, sea cual sea la forma (o color) que tome el movimiento del acceso abierto, está claro que el OA facilita lo que toda revista quiere: que los artículos que publica lleguen al máximo número de lectores posibles y de la manera más fácil posible.

La sostenibilidad financiera de las revistas en OA depende de los ingresos por publicar, de la filantropía o del mecenazgo. El primero (paga el autor en vez de hacerlo el lector) seguramente será el mecanismo más usado por las revistas competitivas -las incluidas en WoS o en SCOPUS- y las que publican investigación generada por proyectos con financiación ya que el coste de publicar se detraerá de la financiación de los proyectos de investigación.


Pero hay mucha investigación que no está financiada de forma específica. En este caso, ¿cómo una revista puede publicarse en abierto? Pues, como ahora, con filantropía y voluntarismo. Muchas de las revistas científicas actuales han  surgido de una comunidad científica determinada y o han tenido pretensiones de generar ganancias. Estas revistas, hasta ahora, se han editado y distribuido en papel pero sus costes eran cubiertos sólo parcialmente por los ingresos de las suscripciones o de las ventas. Se trata de reducir costes eliminando la impresión y de continuar asumiendo los otros gastos con las vías que hasta ahora se han usado: los presupuestos de asociaciones, las sociedades científicas o los departamentos universitarios.

diumenge, 5 de juny del 2016

Revistas ¿impresas o digitales?





Decidir continuar haciendo una revista (o hacer una revista nueva) no significa seguir haciendo las cosas igual que siempre. Afortunadamente hay instrumentos nuevos que facilitan conseguir lo que es el objetivo de cualquier revista científica: la comunicación entre investigadores y el desarrollo del conocimiento.

Publicar en papel o en digital puede ser la primera de las preguntas a plantearse, pregunta respecto la que mi opinión es clara: Las revistas impresas en el ámbito de la ciencia, y admitiendo posibles excepciones, no tienen futuro y tampoco presente.

Hoy la difusión y lectura de artículos científicos se produce casi de forma exclusiva de forma digital. Ha pasado suficiente tiempo como para tener evidencia empírica que los investigador prefieren las revistas electrónicas, aunque sea solo por motivos de comodidad en el acceso y en la recuperación. Las bibliotecas de las universidades de Cataluña, entre los años 2002 y 2004 se plantearon si mantener las suscripciones en papel al tiempo que las tenían en digital y, tras considerarlo detenidamente, no tardaron mucho en concluir que las suscripciones electrónicas eran suficientes, y que las impresas se dejaban de usar cuando su equivalente digital estaba disponible.

No he mencionado el coste de imprimir y distribuir físicamente una revista, aunque la sostenibilidad económica de cualquier revista es un tema de primera magnitud siempre, y más ahora, en tiempos de recursos escasos. A efectos de diseminar, hoy las versiones electrónicas son incomparablemente más eficaces que las correspondientes impresas, y la impresión bajo demanda permite hacer a un coste razonable los ejemplares impresos que prudentemente haya que conservar o que sea conveniente distribuir. Publicar en digital no elimina de ninguna manera la totalidad de costes existentes (incluso añade algunos), pero los reduce.

La distribución de una revista en formato digital seguramente es el cambio más aparente de la ‘era Internet ', pero no es el único. Las revistas impresas eran usadas principalmente a partir de las suscripciones individuales o de las bibliotecas y a partir de las noticias sobre un artículo publicadas en bases de datos. Hoy esto ha cambiado de drásticamente. Las revistas continúan difundiéndose por los canales tradicionales pero a estos se han añadido otros propios del medio digital.

Los artículos digitales llevan incorporados los elementos descriptivos del artículo (metadatos). Los metadatos pueden ser recolectados y tratados por aplicaciones informáticas que los analizan, seleccionan y redistribuyen. Así los metadatos proporcionan a los artículos nuevas vías para llegar a lectores potenciales. Los metadatos de los artículos permiten que estos se incluyan en portales y en grandes índices. Esto es lo que hace, por ejemplo, RACO, que es un portal que permite la consulta conjunta de 453 revistas de temática diversa publicadas en Cataluña, en catalán o relacionadas por historia o por temática con la cultura catalana. También es lo que hace Google Scholar, una gran base de datos interdisciplinar de artículos científicos creada a partir de la recopilación de los metadatos de los artículos.

Hay, además, nuevos canales de comunicación para difundir los artículos. Estos son, por un lado, las redes sociales, pero también repositorios interdisciplinares donde los autores depositan sus trabajos - como ResearchGate, o Academia, por ejemplo-, o repositorios temáticos -como arXiv-, o los sistemas de enlaces que van de una citación al artículo -como CrossRef-. El funcionamiento en Internet de las revistas está introduciendo nuevas herramientas que permiten que aplicaciones informáticas gestionen artículos sin intervención de personas, por ejemplo los identificadores de autores - como ORCID- o los identificadores de objetos digitales -como Handle o DOI.




dimecres, 1 de juny del 2016

¿Vale la pena seguir haciendo una revista si SCOPUS o WoS no la indexan?



Dejando de lado las definiciones canónicas, yo veo las revistas como comunidades de personas que tienen intereses y puntos de vista coincidentes.

Hoy cualquier ámbito científico produce más artículos en un año que los que una persona se puede leer a lo largo de toda su vida. Por lo tanto, el problema es menos publicar que conseguir que te lean. Las bases de datos hace unos años, las herramientas de descubrimiento hace menos y las redes sociales más recientemente, han sido maneras que han cambiado la forma de 'encontrar’ un artículo que nos interese. Pero, a la vez, los lectores (científicos), para elegir qué leer, continúan guiándose por el prestigio y trayectoria consolidados de los títulos de las revistas, por la reputación de los autores y por los lugares donde previamente han encontrado contenidos que les interesan.

No hay (probablemente por suerte) un sistema unívoco de encontrar los artículos relevantes. Mientras tanto, los investigadores continúan leyendo artículos la noticia de los cuales conocen a partir de recomendaciones, de citas, de enlaces... y también repasando sistemáticamente lo que se publican en determinadas revistas, porque estas han sido las que -por su experiencia- les han aportado más artículos de interés. Así pues, si hay una temática determinada que nadie más trata, si hay un punto de vista u orientación que nadie más cubre o un público determinado al que se quiere llegar, en cualquiera de estos casos, hacer una revista tiene sentido .

Otro tema es quién dice que una revista pertenece a la categoría de 'científica'. Tradicionalmente esto se resolvía a partir de unas características determinadas que las revistas científicas debían cumplir: tener el aval de alguna sociedad científica y de un comité editorial, que los artículos sean revisados ​​por pares, determinadas características formales... Los últimos años han sido también años en los que la evaluación del trabajo de los investigadores de cara a su promoción profesional se basa cada vez más en bases de datos (como el Web of Science (WoS) o SCOPUS) que cuentan las citas recibidas por algunas revistas.

La inercia y las prisas ha hecho que estar en alguna de estas bases de datos se asimila a ser revista científica (y las que no, no). Según el prestigioso directorio Ulrich, habría 28.094 revistas científicas vivas revisadas por pares; tanto WoS como SCOPUS cubren muchas menos. Yo creo que de revistas científicas hay aún más que las censadas por Ulrich. En todo caso, está claro que las bases de datos usadas para decir qué revistas son científicas y cuáles no están sesgadas a favor de las disciplinas científicas puras y aplicadas, los grandes editores y la lengua inglesa. Los criterios para considerar científica en una revista deben ser científicos, es decir cualitativos, no los operacionales que rigen la confección de bases de datos comerciales a las que no les sale a cuenta incluir todas las revistas científicas que hay en el mundo.

Vale la pena seguir haciendo una revista si SCOPUS o WoS no la indexan? Esta respuesta la tiene que dar cada uno. Yo soy miembro de la junta del Patronat d’Estudios Osonencs, entidad que púbica la revista científica Ausa, y en ningún momento nos hemos planteado dejar de editarla por el hecho de que no esté en los repertorios mencionados. Si un grupo de personas editan una revista, la pregunta que hay que hacerse es si se tiene algo que decir sobre algún aspecto de la realidad, si hay una comunidad (de lectores) para quien lo que se diga al respecto es relevante, y si lo que se publica está hecho bajo criterios y métodos científicos.

Nota: la imágen (elegida a efectos solo ilustrativos) está tomada de una presentación de Javier Loaiza en slideshare.



dilluns, 30 de maig del 2016

Las revistas científicas hoy: muchos cambios e incertidumbres




En el mundo de las revistas impresas los investigadores preguntaban a los bibliotecarios relacionadas en cómo encontrar un artículo determinado. El mundo digital ha cambiado las reglas del juego de publicar y estamos entrando en un escenario del que sabemos poco más que es cambiante y que el cambio está más en su inicio que en su final.

En el contexto actual, las revistas ¿tienen sentido? Las revistas científicas son la solución que la comunidad científica ha encontrado a diferentes problemas: a estar al día de los conocimientos en un ámbito, a tener un registro público de las aportaciones de cada uno con respecto a la ciencia, a tener un archivo perpetuo de los conocimientos, a el aseguramiento de la calidad de la ciencia ... La fecha de nacimiento de las revistas científicas modernas fue el 1665, cuando aparecen el Journal des sçavans y las Philosophical Transactions de la Royal Society. Desde entonces, las revistas han evolucionado y se han consolidado, pero han seguido siendo, esencialmente, lo mismo.

El advenimiento de internet en los años 90 trajo muchas ideas sobre cómo se podía mejorar la comunicación científica en un entorno digital. Desde un punto de vista estrictamente lógico, la agrupación de artículos en un número (y diferentes números en volúmenes), deja de tener sentido, tampoco tiene sentido esperar tanto tiempo entre la escritura del artículo y su publicación, los artículos podrían incluir los comentarios o aportaciones de los lectores...

La verdad ha sido que de revistas hay más hoy que hace 25 años y que éstas siguen teniendo las mismas características. La alternativa racional de sustituir todas las revistas por una gran base de datos de artículos sólo se ha dado en la física con el repositorio arXiv. Paradójicamente, sin embargo, el buen funcionamiento de arXiv no ha supuesto la disminución del número de revistas de física.


El mundo de lo digital ha traído muchos cambios en las revistas (hay más concentración en pocas editoriales, el espectro de revistas leídas o hojeada por un investigador se ha ampliado, las revistas se compran por paquetes...), pero sigue habiendo revistas y las revistas siguen básicamente siendo 'como siempre'. Es probable que continúe habiéndolas durante los próximos años. ¿Porque? pues por qué no es fácil reemplazar las funciones de información, validación, registro y archivo que las revistas han cumplido (y siguen cumpliendo) de forma eficaz, aunque mejorable.

diumenge, 8 de maig del 2016

El paper de les biblioteques en una societat en trànsit


Pel que fa al saber, els coneixement i la cultura, els llocs comuns sobre l'evolució de la nostra societat sembla que apuntin cap a un món electrònic i virtual en el que tot serà possible, fàcil i gratuït. Aquesta imatge, alimentada per uns mitjans de comunicació acrítics, peca de superficial i respon a interessos comercials no massa fàcils de descobrir. El qualificatiu de 'neoludites' encunyat per definir els qui adverteixen dels riscos d'una sobrevaloració de la tecnologia en els afers culturals és un exemple de la batalla ideològica lliurada en aquest terreny.

La nostra societat, enfrontada a un canvi profund en la forma en que la informació i la cultura es difonen, no ha tingut encara temps per valorar convenientment quins elements de l'antic sistema basat en la cultura impresa val la pena salvaguardar. Mentrestant però, s'afirmen la prescindibilitat i l’obsolescència de velles organitzacions culturals com les biblioteques. Seran aquestes realment tant poc necessàries com alguns insinuen?

Jo crec que no. L'argumentació es basa en els reptes als que la societat actual haurà de fer front, en les necessitats que recauran en les persones i en les potencialitats de les biblioteques per donar recolzament a tot això.

Comencem, doncs, per examinar alguns dels problemes socials als que haurem de fer front:
  • ·         la pressió per l'actualització dels coneixements professionals tant pels empleats com pels sense feina, ja que la formació rebuda quedarà ràpidament obsoleta i la mobilitat laboral creixerà,
  • ·         la necessitat de gaudir de forma creativa d'un temps d'oci en augment derivat de les condicions materials de benestar, de l'atur estructural, i de l'augment de la mitjana de l'edat de vida,
  • ·         l'afebliment dels vincles familiars i d'integració social i cultural i de l'augment de la soledat i la marginació derivats d'una cultura més individualista, de l'augment de la immigració i de les diferències econòmiques,
  • ·         la sobreabundància d'informació d'entre la qual caldrà extreure la rellevant amb una inversió efectiva de temps i d'entre la qual caldrà saber localitzar la pertinent per aprofitar les oportunitats que es presenten.

Aquests no són tots els elements caracteritzadors de l'evolució social en els propers anys però són sens dubte tendències i caldrà fer-hi front. Les persones ens haurem de preparar per viure i sobreviure en un context nou que serà un context de renovació constant dels coneixements, de potenciament de les afeccions, de desintegració social i de consum d'informació. La capacitat per assolir estadis acceptables d'ocupació laboral i de benestar personal dependran de l'estimulació de noves aptituds individuals que caldrà fomentar i conrear.

Aquestes habilitats personals poden ser:
  • ·         la capacitat d'aprendre a aprendre com un instrument de mantenir-se i progressar en un mercat laboral canviant,
  • ·         la curiositat intel·lectual com a manera de gaudir de la vida de forma creativa i enriquidora,
  • ·         la valoració de la dimensió humana de la realitat material com a forma d’integració social i camí per retornar a la societat el que aquesta ha fet per a tu,
  • ·         el domini de la informació i la seva utilització crítica com habilitat essencial per sobreviure en un món en el que la informació serà un recurs i en el que la capacitat d’usar-la serà la garantia d’una societat democràtica.

Del foment d'aquestes habilitats i capacitats en pot dependre la felicitat de les persones i la capacitat social de progressar . Per tant, seran habilitats i capacitats que han de ser potenciades tant a títol individual com a nivell de la societat. L'autoaprenentatge, el creixement personal, l'enfortiment del teixit social i l'ús efectiu de la informació, però no necessiten només d'estímuls per a ser conreats, necessiten també de llavors. Aquestes llavors són la informació i les vivències que, en forma de coneixements, passen d'una persona a una altra a través dels documents.

Deixeu-me, arribats a aquest punt, que faci una definició poc canònica del què son (o han de ser) les biblioteques: 'llocs en els que es té accés a la informació conservada en documents prèviament seleccionats i organitzats de cara al seu ús per tal que la informació sigui reutilitzada de forma específica o de forma aleatòria i creadora'.

Les biblioteques no fan més que de receptacle de documents que contenen la informació prèviament enregistrada de la nostra societat per tal d'ajudar a la conservació, transmissió i difusió dels coneixements. Les biblioteques són, doncs, aquell requisit al que al·ludíem anteriorment. Són una eina horitzontal i no vertical. Bàsica però no essencial. Necessària però no suficient. I aquest és el seu valor, encara que no sigui més que aquest.

Les biblioteques no són la única institució que pot fer aportacions a aquelles necessitats personals i socials mencionades fa poc, ni tant sols és la més essencial, però si que és la institució que pot fer més per determinats segments de ciutadania. Uns elevats nivells personals d'independència econòmica i de benestar material minimitzen de forma important la necessitat d’obtenir aquells documents que poden caler per al creixement personal a través de les biblioteques. 

Però en la societat de la informació, les diferències socials es manifestaran en les desigualtats en l'accés a la informació. Nens i joves, mestresses de casa, jubilats, minories ètniques i socials, aturats o infraocupats són els grans clients potencials de les biblioteques. Són les persones que extrauran més beneficis de la seva existència. O, dit a l’inrevés, són els grans perjudicats per la inexistència de biblioteques o per l'existència de biblioteques inadequades. I, a nivell social, aquest és el gran valor de les biblioteques, encara que no sigui més que aquest.

[Reescrit (sense massa retocs) d'un text presentat al Congrés de Cultura d'Osona, ara fa 20 anys]





diumenge, 1 de maig del 2016

El valor material de la cultura




El Diccionari de la Llengua Catalana defineix ‘Cultura’ com el “conjunt de coneixences literàries, històriques, científiques o de qualsevol altra mena que hom posseeix com a fruit de l'estudi i de lectures, de viatges, d'experiència, etc.” Però cultura també significa el conreu dels coneixements i de les facultats de les persones. Conreu, en sentit figurat i aplicat a aquest cas, és l’acció de sotmetre a algú a certs treballs i cures per fer-lo fèrtil, perquè doni fruit, per obtenir-ne un profit més gran que en el cas d'un desenvolupament espontani de la natura. En la primera accepció, cultura té un significat passiu i estàtic; en la segona -que és la que ens interessa-, un sentit actiu i dinàmic.

Un dels problemes de la cultura -i molt especialment el de les biblioteques, els arxius o els museus- és justament que, en la nostra societat, l'absència de cultura no és percebuda com a problema. La cultura com a conjunt de coneixements encara rep alguna valoració social, però la cultura com a treballs per al desenvolupament humà és, si se'm permet una generalització tant terrible, totalment menystinguda. El nostre apropament a la cultura és més estètic que ètic; s'acosta més a l'admiració que a l'acció, aposta abans per l'èxtasi de gaudir-ne que per al treball d'obtenir-ne.

Potser ens seria convenient, per als que vivim de la cultura en alguna de les seves manifestacions, que sabéssim dessacralitzar-la, que li evidenciéssim les seves virtuts pràctiques, que li donéssim algun fonament material. La cultura és un producte del benestar material que ens ajuda a gaudir d'aquest i que ens permet, alhora i sobretot, a crear-ne de nou. Des d'aquest punt de vista, la cultura és perseguible amb finalitats purament egoistes i ja no altruistes.

Penso que la primera tasca a fer per part dels diferents sectors culturals, és la d'evidenciar els beneficis materials per a una societat determinada del conreu de la cultura. La crisi de l'estat del benestar (aquest al que hem de renunciar abans de gaudir-ne dels beneficis) es presenta com un conjunt d'ofertes insostenible pels recursos existents. Però no s'analitza prou, al meu parer, el paper que han jugat justament els serveis culturals oferts per l'estat del benestar per a que un país hagi assolit el nivell de riquesa que li va permetre crear-los i mantenir-los.

El valor donat per una societat a l'educació i a la cultura és determinant a l'hora d'assignar-hi recursos. Si procedim a l'anàlisi dels pressupostos que les administracions dediquen a ensenyament i cultura -o les empreses a recerca i desenvolupament- haurem de treure com a conseqüència que les prioritats van cap a una altra banda. Es cert que el nostre país, després dels nefastos anys de no inversió en infraestructura cultural, s'ha de dedicar a recuperar el temps perdut i a posar els totxos que no van ser col·locats al llarg dels 40 anys de franquisme.

Malgrat aquest fet determinant, per bé que circumstancial, les inversions en cultura i sobretot en cultura de base en el darrer segle de la nostra història han estat més aviat escasses. Es curiós que això passi a un país com Catalunya, la riquesa del qual, pel fet de no comptar amb grans recursos naturals, no pot ser sinó atribuïble als efectes de la 'cultura' entesa aquesta en un sentit ampli. Catalunya és una mostra d'un país que basa el seu nivell de riquesa i benestar en intangibles: en la forma de treure fruit d'unes condicions no massa favorables, en l'organització dels recursos disponibles, en un teixit social  espès i sense masses fissures, en la innovació... Tots aquests són elements que la cultura pot contribuir a crear o a reforçar.

Com he dit anteriorment, la primera tasca en aquest àmbit seria evidenciar aquells elements d'una bona infraestructura cultural en general i bibliotecària en particular que contribueixen de forma directa a la creació de riquesa, que ajuden a que no es produeixin fractures socials o ètniques, o que fomenten el desenvolupament de les habilitats i capacitats humanes que consoliden el benestar personal .

Per demés, vivim un moment difícil per als organismes culturals. Un moment en el que la societat a través de l'administració pública o de l'empresa privada no sostindrà aquelles organitzacions que no siguin capaces de posar en evidència els retorns de la inversió feta, que no puguin mostrar que afegeixen valor al diner esmerçat. 


Una segona tasca seria mostrar què ofereixen (i què poden oferir) les biblioteques a la societat que les fianci. Arxius, biblioteques i museus han confiat massa en que la seva necessitat era assumida per tothom. Han cregut massa en l'autoevidència dels beneficis que comportaven per a la ciutadania. Han menysvalorat la importància que té vendre's com a institució valuosa per a la societat servida.

[Reescrit (sense massa retocs) d'un text presentat al Congrés de Cultura d'Osona, ara fa 20 anys]

diumenge, 10 d’abril del 2016

Rankings ¿Será que el no estar es el principio del no ser?



Un ranking es una fórmula polinómica en la que diferentes aspectos se ponderan para dar como resultado una clasificación que ordena del mejor al peor una lista de elementos. Los hay de jugadores de tenis i de universidades, y su valor, no por mediático, no es nada despreciable.

Con el título de ¿Cuáles son las mejores y las peores universidades de España? El Mundo publicaba hace unos días el U-Ranking (Indicadores Sintéticos del Sistema Universitario Español) 2016, elaborado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) y la Fundación BBVA. Para el caso que nos trae, la clasificación final no importa y sí bastante más los elementos elegidos para realizar la clasificación.

En la metodología del U-Ranking se eligen indicadores para evaluar la actividad docente, investigadora y de innovación y desarrollo tecnológico de las universidades (la combinación de los resultados de estos tres ámbitos es lo que da el resultado final). Para cada uno de estos tres ámbitos se consideran cuatro grupos de indicadores: Recursos, Producción obtenida, Calidad e Internacionalización de las actividades. Se usan 31 indicadores entre los cuales ninguno se refiere a la biblioteca.

Durante toda la 2ª mitad del S XX, cantidad fue sinónimo de calidad, por lo que a las bibliotecas se refiere. Y el tamaño (= calidad) de las bibliotecas era un elemento constante entre los elegidos para analizar y fijar la calidad de las universidades.  En 1990, la ALA publicó el libro de Nancy A. Van House, Beth T. Weil y Charles R. McClure 'Measuring academic lib performance: a practical approach', libro que proponía dejar de lado los tradicionales indicadores de recursos pasivos (inputs) para pasar a tener en cuenta los servicios prestados (outputs) y la satisfacción del Usuario. Hay un buen artículo en el que se pueden apreciar los vaivenes de la evaluación de la calidad en las bibliotecas universitarias en España entre 1994 y 2006.

Por muy de acuerdo que uno pueda estar en que cantidad no es calidad, lo cierto es que la evolución de los criterios de calidad, así como la enorme disrupción que ha supuesto la información electrónica, han dejado a las bibliotecas fuera de los rankings universitarios. Es significativo que la bibliografía profesional norte-americana haya dejado de hablar de ‘evaluación’ y –desde de la aparición del influyente libro de Megan Oakleaf- hable cada vez más de ‘valor’.

En lo que se refiere a bibliotecas universitarias, los estudios norte-americanos se están centrando en encontrar evidencias empíricas que muestren la contribución de la biblioteca para conseguir las metas de la universidad, el éxito académico de los estudiantes, o para aumentar los resultados de retención de matriculados. Paralelamente, las bibliotecas públicas han dedicado esfuerzos importantes en mostrar el valor económico de las bibliotecas.

Sea la que sea la evolución del concepto de calidad en bibliotecas, lo cierto es que, entre tanta incertidumbre y cambio, los principales rankings de universidades no usan ningún indicador de biblioteca o de servicios bibliotecarios. Dada la importancia creciente de los rankings para las universidades, uno se pregunta hasta qué punto es significativa esta desaparición de indicadores bibliotecarios en la medición de la calidad de las universidades. ¿Será que el no estar es el principio del no ser?



divendres, 4 de març del 2016

Y, finalmente, las RDA ¿hay otro camino si los bibliotecarios queremos contribuir a catalogar el mundo?




Ya hemos avanzado que las RDA tienen ‘algo’ de las AACR, pero las RDA son sustancialmente, una nueva forma de ver la catalogación. Las RDA (basadas en los principios de las FRBR) tienen las ‘entidades’ como centro. Las entidades son los “objetos principales de interés para los usuarios de datos bibliográficos” (FRBR, 3.1). Y, ¿cuáles son estas entidades?

Lo que las FRBR y las RDA reconocen como entidad pueden ser de tres tipos:
·         Los productos de la labor intelectual o artística de alguien. Aquí deberemos distinguir entre obras, expresiones, manifestaciones y documentos.
·         Los responsables del contenido intelectual o artístico, o de su producción o difusión, de una obra, expresión o manifestación. En este grupo distinguiremos entre  personas físicas y personas jurídicas.
·         Los términos que permiten acotar el tema o materia de las producciones intelectuales o artísticas. Aquí se distingue entre concepto, objeto, evento y lugar.

Llamemos a estas entidades ‘creadores’, ‘obras’ y ‘materias’, la catalogación del futuro sería establecer relaciones entre las mismas. Así un creador (la ilustradora Pilarín Bayés) se relacionaría con una obra (El sueño de la noche de verano de Shakespeare en una de sus expresiones: una adaptación infantil) y con una materia (literatura para niños).

En substancia es esto; en la práctica, más complicado, pero ¿hay otro camino si los bibliotecarios queremos contribuir a catalogar el mundo?

[Este post es la última entrega de una nota ThinkEPI que se acaba de publicar]