diumenge, 10 de gener del 2016

Humanidades digitales: una nueva oportunidad




A mediados de los 80 las universidades empezaron a ofrecer servicios de acceso remoto a bases de datos (tele-documentación se le llamaba a esto entonces). Ahora nos parece que el lugar lógico donde establecer estos servicios era la biblioteca, pero en aquel momento no fue así. La tele-documentación tenía un componente tecnológico notable y la imagen dominante de la biblioteca era la de ua colección de libros, y así fue como, muchas veces, el servicio se inició fuera de la misma.

La tecnología es apasionante, lo suficientemente apasionante como para olvidar que es un medio para conseguir cosas. La tele-documentación (virtual) podía haber sido dejada de lado por las bibliotecas universitarias  que estaban viviendo entonces momentos de crecimiento en el mundo de lo real (más edificios, más libros y revistas, más persona). Pero no fue así, las bibliotecas universitarias lucharon por incorporarla a su catálogo de servicios por considerar que hacerlo era una manera de cumplir su misión.

Pongo lo dicho como ejemplo en un momento en que los desarrollos tecnológicos progresan más que nunca y en el que parecen estar –por tecnológicos- alejados de la biblioteca (tradicional). Pero las bibliotecas universitarias en las últimas décadas han sabido defender sus bases (las colecciones impresas) a la vez que introducían tecnología para mejorar sus servicios.

Si bien muchas tecnologías han podido integrarse en lo existente sin cambiarlo, Internet es disruptiva, es decir, modifica sustancialmente lo antiguo (a veces hasta hacerlo desaparecer). Gestionar bibliotecas es cabalgar la tecnología (hacer de jinete, no de palafrenero) admitiendo que el caballo romperá alguna cosa a la que teníamos cariño, pero con el convencimiento que la carrera nos permitirá llegar mejor al destino.

En los años 90, intuyendo un cambio de época, las bibliotecas universitarias empezaron a reorganizar los espacios para dar más centralidad al usuario (en detrimento de la que habían obtenido las colecciones). No diré que el cambio esté culminado, pero la evolución de los edificios se ha hecho (se está haciendo) con visión, anticipación y gradualmente.

En la 1ª década de este siglo, las bibliotecas universitarias se adhirieron desde el principio a los movimientos para facilitar el Acceso Abierto. Como en su momento para con la tele-documentación, crear y alimentar repositorios pasó a ser considerado central por las bibliotecas (al margen de su componente tecnológico). Al mismo tiempo empezó una importante reorientación hacia la investigación con la creación de bibliotecarios 'incrustados', el apoyo a la publicación científica en abierto, a la visibilidad de la investigación, etc.

En los años más recientes ha sido la investigación la que está centrado los esfuerzos de las bibliotecas universitarias para resituarse en este panorama convulso. Las principales bibliotecas (ver la posición de LIBER al respecto) están reorganizándose para mejorar el soporte que están dando a las nuevas infraestructuras y nuevas formas de la comunicación científica y, concretamente, a los datos generados en la investigación.

Las humanidades digitales son el nuevo episodio de esta búsqueda incesante de las bibliotecas universitarias para resituarse. Pero, a diferencia de otras novedades, las humanidades digitales (= las ciencias humanas y sociales usando tecnología) caen menos lejos de las bibliotecas que otras cosas. Al fin y al cabo, las bibliotecas y los archivos han estado siempre cerca de los humanistas. 

Se presenta pues una nueva oportunidad, una oportunidad para las bibliotecas de continuar cumpliendo su tradicional misión con nuevos instrumentos.






dimecres, 6 de gener del 2016

Una 3ª vía para el OA: que las suscripciones cubran el coste de publicar en revistas híbridas




A mi entender, los ‘big deals’ ( = las compras consorciadas de revistas en paquetes) presenta hoy un balance (no exento de claroscuros) positivo. Han ganado los lectores, las bibliotecas y las editoriales. 

En primer lugar, han ganado los lectores por poco que las bibliotecas de sus instituciones hayan tenido la capacidad organizativa de coordinarse con otras para comprar de forma conjunta. Los lectores han ganado porqué el incremento de revistas a su disposición se ha incrementado de forma muy elevada. Pero este acceso es doblemente vallado: se paga (la institución) por leer, y solo puede leer quien está bajo el paraguas de una institución suscriptora.

En 2o, han ganado las bibliotecas que, invirtiendo lo mismo que en el pasado invertían, pueden ofrecer a sus lectores muchas más revistas. Aclaro que mi afirmación es consciente  de que los precios las revistas no han dejado de subir por encima del IPC, pero este incremento es una constante en las revistas (bien documentado desde los años 70) que a mi entender está asociado con la importancia creciente de la investigación para la sociedad y no con las revistas digitales o con las compras consorciadas.

Finalmente, también han ganado las editoriales que, a cambio del atractivo de los paquetes, consiguen que las bibliotecas no puedan en la práctica cancelar sus suscripciones. Sus beneficios son altos, pero han llevado a cabo una reconversión (casi) total de lo impreso a lo digital en una celeridad plausible. Lo peor, a mi entender, ha sido el proceso de doble concentración experimentado en los últimos 15 años: concentración empresarial, y concentración de valor en las revistas que consiguen estar en el WoK o en SCOPUS.  

El movimiento del Open Access parecía tener dos vías consolidadas (los repositorios y las revistas OA) cuándo Springer introdujo una variación inesperada: los autores podían optar por pagar los costes por publicar (APC) a cabio de que su artículo (y solo éste) pudiera ser leído en abierto. En teoría, el coste pagado por el autor debía descontarse del coste de la suscripción, pero esto no ha sido así y hoy hay partes de algunas revistas que se está pagando doblemente (Double Dipping): lo pagan las instituciones con las suscripciones y lo pagan los autores (los organismos financiadores) con las tasas por publicar (APC).

Las revistas híbridas parece que se están consolidando como una tercera vía del OA ya que está siendo un punto de encuentro entre los organismos financiadores y los autores. Aquellos quieren que los resultados de la investigación financiada por fondos públicos sean públicos. Estos poder publicar donde crean más conveniente (o posible) hacerlo. Las publicación en revistas híbridas recibió un fuerte impulso al ser reconocidas en el Reino Unido como una opción priorizada en el informe Finch.

Últimamente ha habido algunos movimientos que refuerzan esta tercera vía. La idea parece ser simple: que las bibliotecas continúen pagando lo que están pagando, pero que este coste incluya el que los autores de las instituciones suscriptoras puedan publicar en abierto en las revistas de la editorial con la que se contrata. Al fin y al cabo, esto es lo que hace SCOAP3 o lo que propone la Max Planck Digital Library. La idea tienen atractivo porqué es ejecutable a corto plazo y no requiere dinero adicional, pero tiene el inconveniente de dejar las cosas como están en el mundo de la edición científica.

El consorcio de las universidades holandesas VSNU, con el apoyo del gobierno holandés, está trabajando en esta línea. En 2014 cerró un acuerdo con Springer (hoy dentro del grupo Nature) para que el coste de la suscripción consorciada cubra el de publicar en abierto los artículos de autores de estas universidades. El JISC del Reino Unido llegó en 2015 a un acuerdo parecido con la misma editorial. Recientemente el consorcio holandés ha cerrado un acuerdo con Elsevier que va en la misma dirección.

Estos acuerdos tienen sus críticos que argumentan que esta es una salida no definitiva (como en su momento lo fueron las compras consorciadas). Seguro que tienen razón, pero, desde un punto de vista pragmático, supone que una parte importante de los artículos científicos puedan estar en OA.