dilluns, 19 de desembre del 2016

Autonomía, representatividad, visión exterior: el nuevo estatuto de la Biblioteca Nacional



Fue fácil ser biblioteca nacional, en el siglo XX, una vez se introdujo el mecanismo del depósito legal. La producción impresa que las bibliotecas nacionales debían recoger les llegaba de forma automática. No lo es tanto a inicios de S XXI, cuando su misión no puede cumplirse sin hacer lo mismo con la producción digital. La transición de lo impreso a lo digital no es una simple adaptación de lo mismo a un nuevo formato, requiere cambios organizacionales que no siempre se quieren o pueden hacer.

La ley 1/2015 reguladora de la Biblioteca Nacional de España, de forma coherente con la nueva ley del depósito legal, determina que la BN debe “Actuar como centro depositario y de conservación de la producción cultural española en cualquier soporte, incluidos los documentos electrónicos y sitios web” (art 3, 1.a). Pero la Ley no cambió su carácter de organismo autónomo.

La mayoría de las funciones que pertenecen a la administración la ejercen entidades que actúan de forma jerárquica, pero, en algunos casos, se considera que la mejor manera que tiene la administración para conseguir sus fines es conceder autonomía a determinadas entidades. Es el caso de las universidades, por ejemplo. El Museo del Prado adquirió esta categoría recientemente y ahora la recibe la Biblioteca Nacional con su nuevo estatuto.

Con éste, la Biblioteca Nacional de España pasa a tener “personalidad jurídica pública diferenciada, patrimonio y tesorería propios, así como autonomía de gestión”. Esta autonomía debería permitir adaptarse mejor y de forma más ágil a los cambios derivados de esta nueva forma de diseminar la información que es Internet. Estos cambios no son solo tecnológicos, sino que también son sobre cómo hacer las cosas. Tal como explica la nota de prensa de la BN, la autonomía permitirá a la biblioteca captar recursos a través del mecenazgo pero también participar en sociedades, fundaciones, etc. para la realización de sus fines.

Si la sociedad industrial encontró en la organización vertical la forma de realizarse, la sociedad informacional requiere una organización en red. Las funciones que antaño podía realizar una biblioteca nacional sola, hoy solo podrán cumplirse de forma federada y cooperativa, y es bueno que la BN se dote de la autonomía que se lo permita.

El nuevo estatuto determina que la Biblioteca tengo como organismo gestor un Patronato. Este está formado por 30 vocales, 11 de los cuales son miembros natos.  El resto (19), serán nombrados “entre personas de reconocido prestigio o competencia en el ámbito de la cultura, la investigación científica y la economía o que se hayan distinguido por su colaboración o apoyo a la Biblioteca Nacional de España”. Esta mayoría de representantes no natos muestra una gran confianza en la sociedad civil. Ahora, el reto está en configurar un Patronato efectivamente representativo de los diferentes actores que alimentan y se alimentan de la cultura y la memoria escritas.

El nuevo estatuto contempla también la creación de un comité científico (art. 11) que “asesorará a la Biblioteca Nacional de España en la participación de [sic] programas y proyectos de investigación, tanto nacionales e internacionales, en relación con los fines y objetivos de la Institución”. Una finalidad ambigua que puede ser aprovechada, si se utiliza con inteligencia, para aportar visión externa a una institución que, por naturaleza y tradición, ha estado dominada por dinámicas internas. El mundo digital está aún en creación; esto no permite que ninguna organización tenga todos los especialistas y puntos de vista que la complejidad de lo digital requiere.

Finalmente, el estatuto (art. 13) determina que de la dirección de la Biblioteca dependan una Gerencia y una Dirección Técnica, pero también dos nuevas unidades orgánicas: la División de Procesos y Servicios Digitales y la División Cultural. Se intuye de esta estructura que la BNE quiere tener tres patas de actividades: la que podríamos llamar clásica y centrada en lo impreso, otra pensada para las nuevas necesidades emanadas de lo digital, y una tercera para potenciar las actividades culturales y la conexión de la biblioteca con la sociedad la cultura de la cual recoge y preserva.

El nuevo estatuto confiere a la BNE el beneficio de la autonomía y le permite dotarse de un patronato representativo y de un comité científico que les proporcione visión exterior. De momento, estos son los ingredientes esenciales para una buena receta.