dimecres, 5 d’octubre del 2011

Pero, ¿qué harán las bibliotecas dentro de 15 años?

Los últimos posts han sido la versión por entregas de un artículo sobre el futuro de las bibliotecas desde la perspectiva española que me pidieron para el Bulletin des Bibliothèques de France En el ínterin de estas reflexiones fragmentarias, Tomàs me preguntó sobre qué servicios creía yo darán las bibliotecas a 15 años vista. La pregunta me pilló desprevenido pero la respuesta se me apareció rápido: ofrecerán lugares donde estar, pagarán y guardarán.

Un lugar dónde estar. Quizá sea un misterio, pero a su vez es un hecho constatable, que bibliotecas diseñadas como espacios agradables atraen gente que entra en contacto con la información. ¿Es esto un defecto? Al contrario, creo yo. Los espacios (museos, tiendas o plazas) se llenan de gente en parte debido o gracias a su diseño, pero sobre todo a la necesidad que cubren. Si las bibliotecas atraen a gente debe ser que la gente necesita lo que las bibliotecas ofrecen y esto debería ser visto a nivel social como una solución y no como un problema. Casi todos les usos (incluso los espurios) de una biblioteca deberían ser favorecidos ya que implican de alguna forma el crecimiento personal. Esta es una necesidad individual y social que las bibliotecas satisfacemos: ofrecer a la gente un lugar dónde estar (con nosotros mismos, con otros y en contacto con la información), facilitar el contacto de uno con la cultura en sus diferentes formas y con la gente interesada en la cultura, un espacio dónde encontrarse con quién pueda tener intereses similares, un lugar donde estar sin consumir, sin pagar, sin tener que seguir la moda… Los servicios de las bibliotecas serán crear y mantener lugares y espacios reales, y quizá también virtuales.

Pagar. El bienestar de la mayoría de la población en una sociedad como la española permite que nos paguemos los libros que leemos (al fin y al cabo, leemos poco). En el ámbito del aprendizaje, los manuales pueden incorporarse a los costes del estudio y los artículos comprados ‘just-in-time’ a los de la investigación. Pero este no es el problema. Podemos determinar (e individualmente comprar) el pequeño porcentaje de libros que satisfacen la mayoría de nuestras necesidades o uso. Pero, cómo me decía un amigo hablando de la regla del 80/20, lo interesante en la vida pasa más allá del 80%. Las bibliotecas ofrecen colecciones, pagan a los editores precios (a veces superiores al precio de un uso individual) para ofrecer usos múltiples de documentos que quizá no sean usados o lo sean de forma minoritaria. Pero su existencia forma parte de nuestra libertad. Libertad de elegir, libertad de desarrollar nuestros gustos, nuestras intuiciones y aficiones. Las bibliotecas ofrecen a las personas el servicio de pagar en representación de esta sociedad (una ciudad, una universidad, una empresa, una escuela) para que la persona pueda acceder, bajo régimen capitalista (retribuyendo al autor y al editor), a un bien socializado. Y esto es mejor, ya que ni los muy ricos de forma individual pueden formar colecciones tan extensas como los pobres juntos. Los servicios de las bibliotecas serán pagar para formar colecciones de documentos impresos y también electrónicos.

Guardar. La importancia de nuestro pasado, de nuestra identidad y de nuestra memoria crece con nuestro bienestar. Esto es cierto (creo yo) a nivel individual y social y para la generación de nuevo conocimiento. Me acuerdo de un dominical de El País que mostraba lo que personas de unos 100 países diferentes señalaban como su bien más preciado. Se podía comprobar allí este principio que es en cierta forma un corolario de la pirámide de Maslow. Pero guardar difícilmente genera beneficio y no tiene incentivo para ser dejado en manos de la iniciativa privada y la empresa (me ahorro las consideraciones sobre lo selectiva que puede ser la memoria si se conserva en función de que pueda generar beneficios). Alguien tiene que hacerlo y las bibliotecas ofrecerán este servicio a la colectividad, es decir conservaran información y la organizarán para que pueda ser encontrada y usada en un futuro. Los servicios de las bibliotecas serán guardar la información que generamos hoy sea esta material o digital.

Lo dicho puede tomar formas distintas en función de que lo apliquemos a una biblioteca municipal, a una de escolar o a una de universitaria. Espacios para ciudadanos o para estudiantes. Pagar para ofrecer libros a los lectores ociosos y bases de datos especializadas a los investigadores especializados. Guardar los carteles de la fiesta mayor, la página web del ayuntamiento o las tesis doctorales leídas en una universidad.

Cualquier futuro es un condicional. Nadie sabe con seguridad lo que va a pasar pero muchos intentan influir en el mañana desde el presente. Las bibliotecas, tal como he tratado de detallar, lo están haciendo así, sea de forma consciente o inconsciente.

En el momento actual de crisis económica, y desde el punto de vista del futuro, van a ser necesarias dos cosas. La primera será tener un modelo de biblioteca que aporte valor a una sociedad en tránsito. No debería ser difícil ya que la sociedad tenderá a usar la información cada vez más y en más entornos y circunstancias, y por fáciles que nos pongan las cosas las tecnologías, la biblioteca-organización siempre tendrá ocasión de mejorar la relación información persona. La segunda será ofrecer a la sociedad una imagen renovada de la biblioteca y mostrar el valor de la misma para una sociedad cambiante. No debemos minimizar la fuerza de las imágenes mentales construidas a lo largo del siglo pasado y la de la biblioteca es para mucha gente un almacén conservador de libros impresos. Una parte de los esfuerzos de los bibliotecarios se ha dedicado a la estadística y a los indicadores de rendimiento de los servicios bibliotecarios. Esta corriente en nuestra profesión parece recientemente está orientándose a poner en relieve el valor de las bibliotecas para la sociedad a la que sirven[1].

Y aún dos más a nivel más práctico: hacer los deberes (es decir renovar profundamente nuestros servicios para construirlos para los usuarios) y hacerlo en cooperación o colaborativamente (de nosotros con nuestro entorno, las bibliotecas de diferentes tipos entre sí, bibliotecas con archivos y museos y profesionales con usuarios.

Pero, de todas formas, al menos este es mi punto de vista, el futuro de la biblioteca no sólo dependerá de razones objetivas, el futuro de las bibliotecas está en los valores con los que se construya la sociedad del futuro.

El estudio de OCLC From awareness to funding: a study of library support in America tiene como principal conclusión que “Significativa y sorprendentemente, el soporte financiero a las bibliotecas no se correlaciona con factores demográficos (ingresos, edad, genero, raza, afiliación política, etc.) ... El soporte a las bibliotecas tiene más que ver con una manera de pensar o una actitud mental que con los perfiles demográficos tradicionales[2].”

Pero -como dicen en Nicaragua- lo más seguro es que quién sabe

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[1] Ver las publicaciones recientes de Gauder, Brad (editor) (2010), ‘Perceptions of Libraries: context and community. A report to the OCLC membership’ (Dublin, Ohio: OCLC. ISBN 978-1-55653-395-2), http://www.oclc.org/reports/2010perceptions/2010perceptions_all_singlepage.pdf y Megan Oakleaf (2010), ‘The value of academic libraries: A Comprehensive Research Review and Report (Chicago: Association of College and Research Libraries),

http://www.ala.org/ala/mgrps/divs/acrl/issues/value/val_report.pdf

[2] Dublin, Ohio: OCLC, 2008, http://www.oclc.org/reports/funding/