Estando en el congreso de Anabad, veo publicado ya por Trea el libro"La biblioteca universitaria ante el reto de la alfabetización informacional"de María Pinto, Dora Sales y Pilar Martínez-Osorio. Como las autoras tuvieron a bien pedirme que redactara el prólogo, lo reproduzco aquí:
"La biblioteca siempre ha tenido una finalidad compleja: coleccionar documentos de forma ordenada para facilitar así el proceso del uso de la información. La complejidad proviene de que lo que se persigue se compone al menos de dos objetivos indisociables. En circunstancias dadas, en cada momento y en cada lugar el acento puede desplazarse de uno a otro dando lugar a bibliotecas distintas entre sí pero adecuadas en todos los casos. Porqué son simultáneamente adecuadas una biblioteca principalmente ‘coleccionadora’ (como puede serlo una nacional) y otra mayoritariamente ‘difusora’ (como debe serlo una pública).
A su vez, la época influye. Hace bastantes años en nuestro país primó la función coleccionadora de la biblioteca y lo hizo de forma lógica dada la precariedad en la que se situaba toda actividad cultural. En la biblioteca universitaria de inicios de los años ochenta, concretamente, y al menos en la mayoría de los casos, la principal dificultad para crear y/o desarrollar una biblioteca de calidad era la recopilación de fondos, no su puesta a disposición para el usuario.
Además de los momentos históricos, los tecnológicos tienen que ver también en que el fiel de la balanza se incline hacia uno u otro lado. Con el inicio de la aplicación de los ordenadores a los instrumentos bibliográficos y a las bibliotecas se desarrollaron poderosas herramientas de recuperación de la información que (nos) hicieron creer que la función de localizar documentos podría realizarse de forma científica y automática.
La quinta de las cinco leyes propuestas por S.R. Ranganathan nos instruía de que “the library is a growing organism”. La idea de la biblioteca como organismo en crecimiento tiene en su núcleo la del cambio constante. La biblioteca cambiante debido a los diferentes momentos históricos o a los nuevos instrumentos técnicos, pero cambiante también debido a que las necesidades sociales con respecto a la información son cambiantes.
Los estudiantes que se encuentran hoy en las universidades y los que van a acceder a ellas en los próximos años van a encontrarse con bibliotecas modernizadas. La biblioteca universitaria española se ha, de alguna manera, refundado en los últimos quince o veinte años: los edificios bibliotecarios son de nueva construcción en una buena parte, las colecciones se han creado de forma importante en épocas immediatas, los servicios se han reorganizado recientemente, la tecnificación se cimentó en los años ochenta del siglo pasado pero se extendió y generalizó a finales de los noventa... Cambios los mencionados que en muchos países se dieron de forma consecutiva (la construcción de las colecciones en los años sesenta, la de nuevos edificios en los setenta, la de la automatización en los ochenta y la del rediseño los servicios en los noventa) y que aquí hemos vivido de forma simultánea. Cambios cuantitativamente importantes y cualitativamente profundos. Cambios aún no suficientes.
Fijémonos en los que afectan a la cantidad de información disponible. Tenemos por un lado las bibliotecas digitales consorciadas formadas por subscripciones conjuntas a paquetes de revistas que configuran un universo de accesiblidad de información difícilmente imaginable hace pocos años. Tenemos, por otro lado, el movimiento del acceso abierto a la información que está creando repositorios electrónicos donde podemos encontrar lo que hasta hace poco era ‘literatura gris’, es decir, difícilmente accesible. Y a esto debemos sumar las actuaciones de digitalización masiva de documentos que nos permiten (y sobretodo permitirán) acceder a libros antiguos, colecciones especiales de todo tipo y a materiales de archivos.
Cambios en la cantidad de la información que tenemos en la punta de nuestros dedos (pero no aún en nuestras manos) y cambios en la necesidad de llenar nuestras manos de información. Por si los cambios sociales no eran ya lo suficientemente claros para indicarnos el camino, la Declaración de Bolonia inició lo que debe ser un cambio profundo en la forma en que se transmiten los conocimientos en la universidad europea. Lo que ha terminado conociéndose como el EEES (Espacio Europeo de Educación Superior) implica entre otras muchas cosas un desplazamiento de la enseñanza hacia el aprendizaje y este se sustenta en buena parte en el uso de información.
Disponemos pues de más información y a su vez tenemos más necesidad de usarla. Al mismo tiempo que la formación (el aprendizaje) va a ser una necesidad constante a lo largo de la vida, lo va a ser también la necesidad de informarse (para formarse). Parece una consecuencia lógica inevitable de lo dicho que debamos formarnos para informarnos, y este es un nuevo papel de la biblioteca en general y de la biblioteca académica de forma concreta.
El libro de María Pinto, Dora Sales y Pilar Martínez-Osorio es clarificador, apropiado y oportuno. Llega en un momento en el que las bibliotecas universitas han recuperado buena parte del tiempo perdido en la segunda mitad del siglo pasado y en el que tienen el potencial en recursos humanos y materiales para ocupar nuevos espacios (y para ser así, más útiles). Las autoras no sólo definen y describen lo que es la alfabetización informacional (ALFIN), sino que la contextualización en el marco que permite entender su dimensión: la sociedad de la información, el EEES y la biblioteca universitaria. Además, de forma práctica, actualizada y útil, complementan lo que sería un desarrollo teórico del tema con la exposición de iniciativas en el ámbito internacional y nacional de las mejores prácticas de la alfabetización informacional.
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