Los MOOCs y las
universidades
Los MOOCs estén siendo un revulsivo para las universidades
a pesar de la sagaz constatación de Bill Gates que los MOOCs reemplazaran a los
manuales, no a las universidades. Esto es debido, en buena parte, a elementos propios
del contexto en el que se mueve la educación universitaria en los Estados
Unidos de Norte América. El precio medio para obtener un grado universitario es
de 100.000$ y un porcentaje del 57% de personas creen que el valor que ofrecen
es bajo (Carr, 2013). La educación superior es el sector que ha experimentado
mayores incrementos de costes en los últimos años en los EUA y una parte muy
importante de la deuda privada estadounidense se encuentra en préstamos
familiares para hacer frente a los gastos de la enseñanza universitaria. Algunos autores advierten que el fenómeno no
puede entenderse sin la referencia del contexto socio económico de las
universidades estadounidenses (Epelboin, 2013), “
A pesar de las muchas décadas de experiencia con la
enseñanza a distancia, el concepto de MOOCs aparece por primera vez en 2008
cuándo un curso en línea diseñado para treinta y cinco estudiantes se abre para
que pueda seguirlo quien quiera (sin pagar y sin obtener certificado) y es
seguido por 2.300 personas (Yuan y Powell, 2013). Las principales plataformas surgen
de universidades de prestigio (como el caso de edX
impulsada por el MIT y la universidad de Harvard) o se han puesto en
funcionamiento como empresas comerciales (como es el caso de Coursera
o Udacity).
En el ámbito hispanohablante, diversas entidades entre las cuales se encuentra Universia,
han creado miríadaX
como “plataforma … de cualquiera de las universidades iberoamericanas que
conforman la Red Universia en la que poder crear e impartir Cursos Online
Masivos en Abierto (más conocidos como MOOC's)”.
La mezcla de compañías de inversionistas con
universidades centenarias en la financiación de las plataformas de MOOCs ha
suscitado debate sobre las finalidades perseguidas. Además de ser una posible
fuente de negocio, los cursos masivos son vistos como instrumentos para
extender los beneficios de la educación superior a capas de la población que
normalmente no podrían asistir a la universidad y también como una fuente de
selección de los mejores estudiantes por parte de las universidades que
imparten los cursos. De momento los MOOCs parece que siguen el modelo de
negocio que parece regir en internet: primero existir e instalarse y esperar
que la fuente de sostenibilidad aparezca a continuación.
A pesar de que lo más interesante de los MOOCs son los
interrogantes que abre (Jarrett, 2012), de momento las discusiones que suscitan
son más mundanas y se centran en la tasa de estudiantes que finalizan los
cursos, en el valor que finalmente tendrán los certificados emitidos y en si
estos sustituirán créditos en las titulaciones presenciales (Yuan y Powell,
2013).
Las bibliotecas y los MOOCs
Es pronto para saber cuál será el impacto de los MOOCs en
la enseñanza universitaria. Andreu Mas-Colell, consejero de economía y
universidades de la Generalitat de Cataluña los
califica de viables, inquietantes y consistentes
y una de las inquietantes cuestiones que suscitan es adivinar el impacto que
tendrán sobre los servicios bibliotecarios. No es demasiado pronto para empezar
a pensar en cómo desde las bibliotecas podemos dar apoyo a un aprendizaje que
en una parte importante puede llegar a tener lugar en los MOOCs.
Forrest Wrigh constata que hay dos características de los
MOOCs que hacen que sean difíciles de integrar en los servicios bibliotecarios
tradicionales. La primera es que las dimensiones de los cursos exceden de mucho
las habituales en los cursos a distancia convencionales. La segunda, el hecho
que, al estar las plataformas de los MOOCs alojadas en compañías que no son la
universidad, todas las experiencias de integración de servicios bibliotecarios
en los campus virtuales de una universidad dada no sirven.
De momento, las principales preocupaciones son legales
(Butler 2012) ya que las ya no muy claras normas de que documentos de terceros
se pueden usar en un curso universitario se desvanecen de repente cuando este
curso trasciende las fronteras de la universidad y aún más cuando se integra en
una plataforma que tiene finalidades comerciales. Véanse, por ejemplo, las recomendaciones
que hacen las bibliotecas de la Universidad de Pennsylvania
a los profesores que participan en MOOCs.
Diversos desarrollos están conduciendo a las bibliotecas
a pasar de ser almacenes estáticos donde los usuarios acudían forzados por un
panorama en el que las facilidades para acceder a la información eran escasas a
un entorno en el que los usos de la información se configuran alrededor de los
flujos de trabajo, sea este el ocio, el aprendizaje o la investigación, y en el
que lo que pasa a ser escaso es el tiempo que queremos dedicar a acceder a la
información (Dempsey 2012). Las viejas fórmulas ya no son suficiente garantía
para proporcionar servicios bibliotecarios de utilidad.
En una conferencia en la Universidad Politécnica de
Cataluña, hace veinte años, F. W. Lancaster abogó por desplazar al aprendizaje
parte de los recursos que las universidades destinan a la enseñanza. El
movimiento propuesto implicaba que parte
del tiempo del profesorado debía dedicarse a la confección de materiales docentes
que pudieran ser usados por el estudiante en régimen de autoaprendizaje. Si,
como parece ser la tendencia, los contenidos se dispensan empaquetados y
remotamente, y el tiempo del profesor se utiliza cada vez más para el debate y
la orientación personal del estudiante, los recursos de la biblioteca deben
desplazarse a ayudar al profesor en la creación de recursos docentes y al
estudiante en adquirir competenciales informacionales. No parece ser que –de
momento- haya muchas más ideas brillantes como parece desprenderse de los
materiales del encuentro organizado por OCLC Research en los días 18 y 19 MOOCs
and Libraries: Massive Opportunity or Overwhelming Challenge?
Solo parece cierto que los MOOCs serán tan disruptivos
respecto la educación universitaria como el acceso abierto lo está siendo
respecto la comunicación científica. Y esto vale también para las bibliotecas
universitarias.
[Para
ser publicado como Nota ThinkEPI 2013 2/2]
Bibliografía
- Brandon Butler (2012), “Massive Open Online Courses: Legal & Policy Issues for Research Libraries” (Washington, DC: Association of Research Libraries, 22 October 2012). http://www.arl.org/storage/documents/publications/issuebrief-mooc-22oct12.pdf
- Nicholas Carr (2013), “The crisis In higher education”, en: MIT technology review (nov-dec). http://www.technologyreview.com/featuredstory/429376/the-crisis-in-higher-education/
- Lorcan Dempsey (2012), “Thirteen Ways of Looking at Libraries, Discovery, and the Catalog: Scale, Workflow, Attention”, en: Educause review online (2012, December 10). http://www.educause.edu/ero/article/thirteen-ways-looking-libraries-discovery-and-catalog-scale-workflow-attention
- Yves Epelboin (2013), “MOOC: an European view”. http://wiki.upmc.fr/display/tice/MOOC,+a+European+view
- Josh Jarrett (2012), «What Are 'MOOC's and Why Are Education Leaders Interested in Them?”, en: Impatient Optimists, Blog of the Bill & Melinda Gates Foundation (post de 13 nov. 2012). http://www.huffingtonpost.com/impatient-optimists/what-are-moocs-and-why-ar_b_2123399.html
- Forrest Wrigh (2013), “What do Librarians Need to Know About MOOCs?”, en: D-Lib Magazine 19(13)3/4. http://www.dlib.org/dlib/march13/wright/03wright.html
- Li Yuan, Stephen Powell (2013), “MOOCs and Open Education: Implications for Higher Education, A white paper” (JISC : CETIS). http://publications.cetis.ac.uk/wp-content/uploads/2013/03/MOOCs-and-Open-Education.pdf
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