A mediados de los 80 las universidades empezaron a
ofrecer servicios de acceso remoto a bases de datos (tele-documentación se le
llamaba a esto entonces). Ahora nos parece que el lugar lógico donde establecer
estos servicios era la biblioteca, pero en aquel momento no fue así. La
tele-documentación tenía un componente tecnológico notable y la imagen
dominante de la biblioteca era la de ua colección de libros, y así fue como, muchas
veces, el servicio se inició fuera de la misma.
La tecnología es apasionante, lo suficientemente
apasionante como para olvidar que es un medio para conseguir cosas. La
tele-documentación (virtual) podía haber sido dejada de lado por las bibliotecas
universitarias que estaban viviendo
entonces momentos de crecimiento en el mundo de lo real (más edificios, más
libros y revistas, más persona). Pero no fue así, las bibliotecas
universitarias lucharon por incorporarla a su catálogo de servicios por
considerar que hacerlo era una manera de cumplir su misión.
Pongo lo dicho como ejemplo en un momento en que los
desarrollos tecnológicos progresan más que nunca y en el que parecen estar –por
tecnológicos- alejados de la biblioteca (tradicional). Pero las bibliotecas
universitarias en las últimas décadas han sabido defender sus bases (las
colecciones impresas) a la vez que introducían tecnología para mejorar sus
servicios.
Si bien muchas tecnologías han podido integrarse en
lo existente sin cambiarlo, Internet es disruptiva, es decir, modifica
sustancialmente lo antiguo (a veces hasta hacerlo desaparecer). Gestionar bibliotecas
es cabalgar la tecnología (hacer de jinete, no de palafrenero) admitiendo que
el caballo romperá alguna cosa a la que teníamos cariño, pero con el convencimiento
que la carrera nos permitirá llegar mejor al destino.
En los años 90, intuyendo un cambio de época, las
bibliotecas universitarias empezaron a reorganizar los espacios para dar más
centralidad al usuario (en detrimento de la que habían obtenido las
colecciones). No diré que el cambio esté culminado, pero la evolución de los
edificios se ha hecho (se está haciendo) con visión, anticipación y
gradualmente.
En la 1ª década de este siglo, las bibliotecas
universitarias se adhirieron desde el principio a los movimientos para facilitar
el Acceso Abierto. Como en su momento para con la tele-documentación, crear y
alimentar repositorios pasó a ser considerado central por las bibliotecas (al
margen de su componente tecnológico). Al mismo tiempo empezó una importante reorientación hacia la investigación con la creación de bibliotecarios 'incrustados', el apoyo a la publicación científica en abierto, a la visibilidad de la investigación, etc.
En los años más recientes ha sido la investigación
la que está centrado los esfuerzos de las bibliotecas universitarias para
resituarse en este panorama convulso. Las principales bibliotecas (ver la posición de LIBER al respecto) están
reorganizándose para mejorar el soporte que están dando a las nuevas
infraestructuras y nuevas formas de la comunicación científica y, concretamente,
a los datos generados en la investigación.
Las humanidades digitales son el nuevo episodio de
esta búsqueda incesante de las bibliotecas universitarias para resituarse. Pero,
a diferencia de otras novedades, las humanidades digitales (= las
ciencias humanas y sociales usando tecnología) caen menos lejos de las
bibliotecas que otras cosas. Al fin y al cabo, las bibliotecas y los archivos han estado siempre
cerca de los humanistas.
Se presenta pues una nueva oportunidad, una oportunidad
para las bibliotecas de continuar cumpliendo su tradicional misión con nuevos
instrumentos.
1 comentari:
Com a lectura addicional:
Rodríguez-Yunta, Luis (2014). “Ciberinfraestructura para las humanidades digitales: una oportunidad de desarrollo tecnológico para la biblioteca académica”. El profesional de la información, septiembre-octubre, v. 23, n. 5, pp. 453-462.
http://dx.doi.org/10.3145/epi.2014.sep.01
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