El actual sistema de comunicación científica se origina en
segunda mitad del S. XVII con la aparición de las revistas científicas, se
consolida a principios del S.XX con la aparición de las revistas de resúmenes (abstracts)
que después serán las actuales bases de datos y toma su forma definitiva con la
aparición de los índices de citas (citation index) en los años 60. Es un
sistema consolidado y eficaz que se basa en la autoregulación de la calidad a
través de la revisión de pares (peer review), en importantes contribuciones voluntarias
o no remuneradas y por unos costes sostenidos por el lector (a través de
subscripciones individuales y, sobre todo, a partir de las que se hacen a través
de las bibliotecas). El sistema ha nacido y se ha desarrollado alrededor de lo
impreso, pero tienen elementos como los mencionados no pertenecen a este
paradigma tecnológico.
Los roles de las bibliotecas en el sistema descrito han sido
básicamente dos: por un lado, canalizar una parte importante de las
aportaciones económicas que lo hacen sostenible, y por otra, con la
conservación de las revistas impresas, garantizar a la comunidad científica que
ésta podrá acceder a la información publicada en este sistema. Debemos
mencionar que esto último no se hace solo para la información reciente y para los
usuarios que pertenecen a la biblioteca suscriptora de revistas. Las bibliotecas
conservan los registros completos de las revistas, cosa que hacen de forma
coordinada y a través de catálogos colectivos como instrumentos, y los hacen (relativamente)
disponibles a toda la comunidad científica a través de mecanismos como el
préstamo interbibliotecario.
Los primeros debates sobre el impacto de la revolución
digital en el sistema de comunicación científica se centraron en la forma de
las revistas y sobre las posibilidades que estas tendrían de publicar artículos
de forma más rápida, con más contenidos y de forma más barata. Pero a efectos
de accesibilidad de la información científica, los cambios más importantes se
han producido permitiendo nuevas formas de negocio o de sostenibilidad para las
revistas. Las compras consorciadas de revistas (iniciadas en los últimos años
del pasado siglo) y el concepto el Acceso Abierto – OA (formulado en los
primeros del presente) han supuesto que hoy un investigador pueda acceder como
mínimo a diez veces más artículos científicos que a los que podía acceder hace
quince años.
En estas dos revoluciones (compras consorciadas y acceso
abierto) las bibliotecas han tenido un importante papel. Importante pero no
fundamental, ya que, desde mi punto de vista, las bibliotecas y los
bibliotecarios tenemos solo un papel auxiliar y de soporte en el sistema de
comunicación científica.
El rol de las bibliotecas es facilitar el acceso y el uso
de la información. Las bibliotecas universitarias y de investigación concretan
este rol en la información científica. Pero los bibliotecarios no somos
científicos y, en mi opinión, nuestro papel no está en definir como debe restructurarse
el sistema de comunicación científica o como este debe aprovechar las
posibilidades tecnológicas para servir mejor a sus finalidades. Lo digo porqué
nuestro papel no es adherirnos de forma unívoca a una opción emergente, sino
aprovecharlas todas para mejorar el acceso a la información por parte de
nuestro sus usuarios. Con todas me refiero al OA en sus diferentes versiones y a
las contrataciones consorciadas, pero también a las mejoras que podamos aplicar
a los instrumentos de localización que son los catálogos colectivos y a los de suministro
a través del préstamo entre bibliotecas.
Pero de forma importante nuestro rol es recordar que la comunidad
científica es mucho más amplia que la de los científicos que trabajan en
instituciones punteras y que hay mucha más producción científica que la
reseñada en las revistas incluidas en el Web of Knowledge o en SCOPUS. Las
bibliotecas deben ser garantes de la universalización del acceso a la
información y los bibliotecarios profesionales al servicio de esta finalidad.
La actual crisis económica –desgraciadamente- ha mostrado
que Europa no es homogénea y que en su interior se definen subregiones con
características definidas. A pesar de la fuerza del movimiento internacional de
consorcios asociados en el ICOLC, los consorcios de los países del Sur de Europa
consideramos que valía la pena debatir los temas que trataban nuestros compañeros
a nivel internacional pero desde nuestra perspectiva subregional. Así el año
2001 fundamos el Southern European Libraries Link – SELL con el que hemos intentado adaptar el movimiento de las contrataciones
consorciadas a las características de la enseñanza superior e investigación de
nuestros países.
Si bien las bibliotecas están siendo el gran soporte del
OA, no siempre los consorcios han estado implicados en este movimiento. Este no
ha sido el caso de los consorcios de los países de SELL –Turquía, Grecia,
Italia, Francia, España y Portugal- que han intervenido de forma importante en
la promoción de las diferentes variantes del acceso abierto. En 2010 SELL, con
la colaboración de la FECYT y del CSIC, organizo en Granada un seminario con el título “Policies for thedevelopment of OA in Southern Europe”
¿Tiene sentido que haya movimientos subregionales en la
promoción del OA? A mi entender sí y por dos motivos. En primer lugar, porqué
algunos países, por su posición periférica (o al menos no central) en la
producción de información científica tienen en el OA la gran oportunidad de mejorar
mucho la accesibilidad de los resultados de su investigación. En segundo, porqué estos países a menudo
tienen estructuras más débiles dedicadas al apoyo de la ciencia.
El primer aspecto fue puesto en evidencia hace bastantes
años por SciELO . Esta iniciativa brasileña nacida en 1997 mostró que el paradigma digital
permite que revistas científicas de ámbito de difusión tradicionalmente nacional
puedan llegar a la comunidad científica internacional sin necesidad de unos
esfuerzos desmesurados. Recordemos que, a la vez que el inglés es la lengua
vehicular de la gran ciencia, muchos ámbitos científicos se desarrollan en
lengua no inglesa sin que este hecho vaya forzosamente en menoscabo de la
calidad de lo que se escribe.
En segundo lugar, los países con una ciencia más ‘fuerte’
son los que disponen también de las instituciones más efectivas en su apoyo. A pesar
de la oportunidad mencionada del OA para países no punteros en desarrollo
científico, las grandes decisiones de apoyo al OA no se han producido en estos países
sino en los mejor posicionados en el ámbito científico. Por este motivo tienen
lógica que las bibliotecas y sus consorcios actúen haciendo un papel principal mientras
que en el Norte de Europa quizá el papel sea más secundario.
Hace poco más de un año la Unión Europea aprobó el
proyecto MedOANet – Mediterranen Open Access Network () que va un
paso más allá de lo hecho hasta ahora por SELL. MedOANet será un foro de
intercambio de experiencias alrededor del acceso abierto con el objetivo que el
trabajo conjunto y coordinado de las fuerzas que lo promueven en cada país
sirva de impulso al resto. En estos momentos en que los instrumentos base del
OA (los repositorios y las revistas) están suficientemente explorados, MedOANet
va a centrarse en explorar las estrategias, estructuras e instrumentos que
mejor sirvan a la promoción de acceso abierto en países que comparten características
homogéneas.
[La fotografía: la Alhambra vista desde la Escuela de Estudios Árabes, del CSIC, dónde se celebró el seminario de SELL sobre OA]
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