[El número de noviembre-diciembre de El Profesional de la Información está dedicado a las bibliotecas universitarias. Sigue a continuación mi contribución a la revista que se publica por gentileza de Tomàs]
Podemos llamarlo tecnologías de la
información o bibliotecas digitales (y hace unos años lo llamábamos automatización
de bibliotecas), pero si nos miramos los impactos de la tecnología (1) encontraremos
muy pocas novedades (¿o ninguna?) que no se haya aplicado a los servicios
prestados por las bibliotecas universitarias. Estas llevan 40 años cabalgando
la tecnología para conseguir continuar siendo útiles a sus usuarios. Las
constantes innovaciones han ido acompañadas de llamadas a hacer cambios
profundos en los roles de la biblioteca universitaria. Voces diversas (2) han
advertido que las transformaciones a las que nos conducían los cambios
tecnológicos no eran ni cosméticas ni acumulativas, sino estructurales y
disruptivas.
Los cambios a los que se han visto sometidas
las bibliotecas universitarias no han sido menores. Un estudio reciente (3) ha
descrito un panorama apocalíptico en el que el incremento de costes, la
aparición de alternativas viables a la biblioteca, el uso decreciente de los
servicios y las nuevas necesidades de los usuarios forzaría a la biblioteca
universitaria al cambio. Pero las bibliotecas universitarias han sido
conscientes de la necesidad de adaptarse anticipadamente al entorno. Lo han
hecho haciendo profundos cambios organizativos entre los que destaca la
creación de consorcios, a finales de siglo y principios de este, para mejorar
su capacidad de compra, y lo hicieron antes de verse atenazadas por la
disminución de recursos derivada de la crisis económica actual. Lo han hecho
también, haciendo evolucionar los roles tradicionales de la biblioteca hacia otros
de más adecuados con los tiempos y lo han hecho estando constantemente
preocupadas sobre como mostrar a la sociedad que las sufraga los valores que
aportan (4).
Las bibliotecas universitarias, con mayor o
menor consciencia de la profundidad del cambio, en el pasado han estado y
siguen estando en el presente, en la vanguardia de la aplicación de las
novedades tecnológicas a sus servicios. Los principales terrenos en oso que, en
estos momentos, se esta innovando creo que son los cinco siguientes: los
repositorios y el acceso abierto, la renovación de espacios, los servicios a
los investigadores, los instrumentos de descubrimiento, y el libro electrónico.
Repositorios
y el acceso abierto
El movimiento del acceso abierto (OA) está
celebrando su décimo aniversario y nadie duda que las bibliotecas han tenido un
papel decisivo en los resultados que se han conseguido. El proceso de reforma
de la comunicación científica no está de ninguna forma terminado (5), ni aún
predeterminado, pero parece que las universidades y centros de investigación no
querrán ya prescindir del control sobre su producción científica. Poner esta en
abierto en alguna de las modalidades que tome el OA supone una inversión de
tiempo que el investigador no siempre está dispuesto o preparado para realizar.
En un pasado algo lejano, acceder a bases de datos remotas a través de la
tele-documentación consumía un tiempo que los científicos podían emplear mejor
si alguien –las bibliotecas- realizaba las búsquedas bibliográficas.
Actualmente, la implicación de las
bibliotecas universitarias en llenar los repositorios de contenido permite que
el investigador ahorre un tiempo precioso y que la institución consiga mejor el
objetivo final de tener archivada y accesible su producción científica. Probablemente el OA no
vaya a tener una sola y simple forma, y a partir de esta diversidad, las
bibliotecas universitarias añaden a sus roles tradicionales el de asesorar a
los autores sobre cuándo y en qué condiciones pueden publicar en abierto.
La progresiva digitalización de la vida
universitaria llega a todos los rincones. Las tesis doctorales, uno de los
productos más característicos de la universidad, quizá sean el ejemplo más
claro de lo que puede suponer el movimiento del OA en un próximo futuro. Las
tesis doctorales son recogidas a nivel institucional y, a través de protocolos
de interoperablidad, recopiladas por recolectores y puestas a disposición de
usuario en portales supranacionales, como sería el casi del proyecto DART
Europe (6).
Espacios
renovados
A lo largo del siglo XX, las bibliotecas
universitarias crecieron ganando espacio para los documentos que conservaban,
pero en la década de los 90 empezaron a renovar los espacios pensando ya más en
los lectores que en los libros. Esta tendencia se ha visto enormemente
reforzada por la progresiva utilización de revistas electrónicas, primero de
forma complementaria a su versión impresa y más tarde de forma única. En poco
más de quince años, grandes espacios de las dependencias de las bibliotecas
universitarias ocupados por volúmenes encuadernados de revistas han dejado de
tener sentido y han podido reorganizarse. Con respecto al uso de los espacios,
los documentos han cedido protagonismo al usuario y las bibliotecas se han
rediseñado y se están rediseñando para un uso más social de la información (7).
Las bibliotecas han creado nuevas áreas con salas para trabajar en grupo, se
han dotado de muchos ordenadores y han buscado
el confort de los usuarios introduciendo cafeterías. Algunos nuevos
espacios han recibido nombres como ‘learning commons’, ‘information commons’ o
‘collaboratories’ y, en España, centros
de recursos para el aprendizaje y la investigación (CRAI).
La digitalización de recursos y la renovación
de los espacios ha traído una curiosa derivada: se necesitan espacios para
almacenar los documentos impresos que las bibliotecas deben continuar
conservando pero que tienen un uso bajo o nulo. Algunas bibliotecas ya habían
creado almacenes de documentos fuera de su campus y en algunos casos estos
almacenes eran cooperativos, pero en el horizonte de unos 20 años estas
necesidades aumentaran. Ya no tiene sentido hacer almacenes propios cuándo lo
que se guarda en ellos puede consultarse digitalmente, por lo tanto, es lógico
que las bibliotecas se planteen la conservación cooperativa de los documentos (8)
e incluso su complementariedad con los repositorios digitales de documentos (9).
Servicios
a los investigadores
Los ordenadores conectados en redes están no
solo cambiando los servicios bibliotecarios, cambian también la investigación.
La bibliotecas universitarias tienen como una de sus principales misiones
facilitar la investigación y lo han hecho tradicionalmente coleccionando
documentos para los investigadores. Estos documentos hoy ya no son solo libros
o artículos de revistas, sino datos. La eCiencia se desarrolla en redes y los
distintos recursos que usan los científicos pasan a ser elementos de la
infraestructura de la investigación (10). En este nuevo entorno los retos para
las bibliotecas son al menos dos. Por un lado coleccionar y conservar un nuevo
tipo de documentos (los conjuntos de datos), y, por otro, saber incorporarse a
los procesos de la investigación para ser así útiles a los científicos.
Como en otros casos, la evolución tecnológica
hace aparecer paradojas y la mirada de las bibliotecas se dirige a una parte de
sus colecciones que tradicionalmente había estado ‘escondida’ y que ahora
aparece como especialmente relevante para dar soporte a la investigación en
ciencias humanas y sociales (11).
Instrumentos
de descubrimiento
Los OPACs en los años 80 del siglo pasado
revolucionaron la forma de acceder a las colecciones de una biblioteca, pero ni
los catálogos manuales ni los automatizados nunca consiguieron dar información
sobre la totalidad de la los documentos de los que disponía una biblioteca. Las
bases de datos complementaban el acceso para los artículos de revistas, pero
esto requería hacer diversas consultas a instrumento a menudo con interfícies
distintas. Con los repositorios digitales, las bibliotecas universitarias se
dotan aún de un tercer tipo de instrumento en el que conservan información.
Demasiados receptáculos en un mundo en el que Google nos ha acostumbrado a
obtener resultados con unas pocas palabras de búsqueda escritas en una única
casilla.
Los instrumentos de descubrimiento nacieron
con la aspiración de ofrecer una experiencia de búsqueda distinta y enriquecida
a los catálogos manuales, y en este sentido, el primero que existió
–AquaBrowser- se instaló a menudo como una ‘piel’ añadida al OPAC tradicional y
no como substituto. Más o menos al mismo tiempo se desarrollaron buscadores
federados –MetaLib fue el primero de los comerciales- que permitían la consulta
simultánea de distintas bases de datos y ofrecían un solo conjunto de
resultados. Pero el deseo (¿necesidad?) de los bibliotecarios de poder acceder
a todos los recursos de la biblioteca desde un solo punto de consulta ha
comportado que las búsquedas por filtraje y las federadas evolucionaran hasta
convertirse en los productos que hoy se conocen como instrumentos de
descubrimiento y que están aún en una fase no totalmente madura. Los catálogos
se extienden para incluir búsquedas a artículos de revistas (como hace
actualmente WolrdCat) y grandes índices de artículos de revistas pasan a
incluir los catálogos de las bibliotecas y los contenidos de sus repositorios
(como hacen EBSCO Discovery, Summon o Primo Central) (12). Cualquiera de los
dos caminos parece llevar al objetivo de permitir (¡ahora sí!) que una
biblioteca ofrezca desde un solo punto de consulta el acceso a todos los
recursos que posee o contrata (fondos impresos, documentos electrónicos
contratados i objetos en repositorios digitales). Este es en estos momentos uno
de los desarrollos clave de las bibliotecas universitarias.
Libro
electrónicos
Las bibliotecas universitarias han completado
dos transiciones de lo impreso a lo digital. Por un lado, los boletines de
índices y resúmenes que pasaron al formato de bases de datos hace unos 40 años,
y más recientemente las revistas científicas y académicas. La transición hacia
el libro electrónico empezó hace mucho tiempo con el Proyecto Gutemberg pero
incide en las bibliotecas a partir del inicio de su generalización con los
productos comerciales que aparecieron hace unos diez años. A pesar de la
experiencia previa de los editores y de las bibliotecas con los documentos
electrónicos, los libros digitales no han hecho la explosión que parecía que
sucedería.
Seguramente los motivos son diversos (13),
pero a mi me parece que hay tres de fundamentales. Por un lado, la los editores
no han sabido crear el enorme fenómeno de succión que fueron los ‘Big Deals’ para
las compras consorciadas de revistas. En segundo lugar, el mercado está
ofreciendo los libros electrónicos desde diferentes plataformas y bajo
diferentes modalidades de consulta y esta complejidad seguramente está
inhibiendo muchos usos. Finalmente, los editores, temerosos de la pérdida de
mercado que les puede suponer el paso a lo digital, están entrando en este
mundo poniendo bastantes restricciones en el uso de libros electrónicos.
Pero la extensión del uso de libros
electrónicos es cuestión de tiempo. Mientras tanto su incidencia se ha dejado
sentir ya en la forma en que las bibliotecas compraban. Estas, en previsión de
usos futuros, anticipaban demandas y
adquirían libros ‘just-in-case’. Pero algunas
editoriales están ofreciendo compras en modalidad PDA (Patron Driven
Acquisitions), es decir poder comprar en función de las demandas de los
usuarios. El PDA consiste en que las bibliotecas puedan poner a disposición de
sus usuarios fondos editoriales de libros digitales durante un plazo
determinado de tiempo de manera que el uso de los libros por parte de los
usuarios proporcione datos que permitan a los departamentos de compras tomar
decisiones en función de la demanda. Al mismo tiempo, en el nuevo entorno
digital, la edición universitaria tradicional ha entrado en crisis. La solución
puede ser que las monografías universitarias se publiquen en electrónico en
portales de agregadores, pero es posible también que se desarrollen nuevos
modelos de negocio alrededor del Acceso Abierto. El futuro definitivo del libro
electrónico no está aún escrito.
Yo veo muy vivas a las bibliotecas
universitarias. En los últimos años han
actuado proactivamente aprovechando las oportunidades que el entorno les
ha presentado. Ni las compras consorciadas de recursos electrónicos, ni los
repositorios institucionales ni el Acceso Abierto eran a priori terrenos destinados
a que las bibliotecas se desarrollaran en ellos, y, a pesar de esto, han sido
espacios de servicio que las bibliotecas universitarias han ocupado o ayudado a
desarrollar. En plena efervescencia de las disrupciones diversas que está
comportando el mundo digital, las bibliotecas universitarias han sabido hacer
evolucionar los servicios tradicionales a la vez que, cabalgando las
tecnologías, han creado nuevos servicios siguiendo la estela de las necesidades
en parte tradicionales, en parte cambiantes, de sus usuarios.
Notas
(1)
Ver el último volumen 30, número 4 de 2012 de la
revista Library Hi Tech , dedicado a ‘30
years of information technologies’, y especialmente el artículo de Sandore
Namachchivaya, “The first 30 years of the internet through the lens of an
academic library: The University of Illinois at Urbana-Champaign”, p. 623 – 642.
(2) Ver, por ejemplo
Carla J. Stoffle, R Renaud & J.R. Veldof ‘Choosing our futures’ // College
& research libraries (may 1996), 213-233, o más recientemente: Lyman Ross
and Pongracz Sennyey / The library is dead, long live the library! The practice
of academic librarianship and the digital revolution // The Journal of Academic
Librarianship, 34(08)2, 145-152 y Steve Coffman / The Decline and Fall of the
Library Empire // Searcher 20(12)3. http://www.infotoday.com/searcher/apr12/Coffman--The-Decline-and-Fall-of-the-Library-Empire.shtml
(3) University Leadership
Council. Redefining the Academic Library Managing the Migration to Digital
Information Services, The Advisory Board Company. Washington, DC, 2011. http://www.educationadvisoryboard.com/pdf/23634-EAB-Redefining-the-Academic-Library.pdf
[Consulta: 13.11.2012]
(4) Ver, para eso, la
obra clave de Oakleaf, Megan, “The Value of Academic Libraries” (Association of
College & Research Libraries, 2010). http://www.ala.org/ala/mgrps/divs/ACRL/issues/value/val_report.pdf
(5) Ver, por ejemplo, el debate suscitado por la
publicación reciente (2012) del informe del grupo de trabajo del Reino Unido
para Expanding Access to Published Research Findings, liderado por Janet Finch, “Accessibility, sustainability,
excellence: how to expand access to research publications”. http://www.researchinfonet.org/wp-content/uploads/2012/06/Finch-Group-report-FINAL-VERSION.pdf
(7)
Leo Appleton, Valerie Stevenson / Developing learning
landscapes: academic library driving organizational change // Reference
services review, 39(11)3, 343-361.
(8)
Lizanne Payne / Library storage facilities and the
future of print collections in North America // Dublin, Ohio, OCLC, 2007
(9)
Constance Malpas / Cloud-sourcing research
collections: managing print in the mass-digitized library environment //
Dublin: OCLC, 2011.
(10)
Norbert Lossau / An Overview of Research
Infrastructures in Europe — and Recommendations to LIBER // Liber Quarterly,
Vol 21 (2012) , No 3/4 (2012). http://liber.library.uu.nl/index.php/lq/article/view/8028/8386
(11)
Ver,
por ejemplo el estudio de Dooley, Jackie M., and Katherine Luce. 2010. Taking our pulse: The
OCLC Research survey of special collections and archives. Dublin, Ohio: OCLC
Research. http://www.oclc.org/research/publications/library/2010/2010-11.pdf
(12)
Jason Vaughan / Web scale discovery services //
Chicago: ALA; 61 p. (Library Technology Reports; v 47, 2011, n.1)
(13)
Thad McIlroy / Ebook formats are a mess – here's why
// Learned Publishing, 25(12)4, 247–250 doi:10.1087/20120402. 3/5. Llibre e-.
Madrid -BCN, 22.10.12.
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