Acaba de aparecer el último número
de CLIP, el Boletín
de SEDIC. En él, Blanca San José
Montano, vocal de Publicaciones de SEDIC me hace una entrevista que reproduzco
en dos entregas aquí.
Blanca San José. En 2005, en la ponencia Los repositorios como componentes esenciales de
las bibliotecas digitales: la experiencia de las bibliotecas universitarias de
Cataluña (CBUC) pronosticasteis que los
repositorios “tendrían una función de dar soporte a servicios de valor añadido
de diferentes tipos: revistas electrónicas, entornos de aprendizaje… que se
crearían extrayendo objetos digitales de distintos repositorios…”. ¿Puedes
enumerar los servicios de valor añadido que se prestan actualmente?
Lluís
Anglada: Bueno, esto
se ha demostrado ser una predicción falsa. El concepto de repositorio es
relativamente reciente. El texto ‘fundacional’ de SPARC (The case for
institutional repositories: a SPARC position paper, release 1.0) es del año
2002. Lo que entonces parecía ser el problema era la gestión de los objetos
digitales (libros y fotografías digitalizados, pre-prints, tesis doctorales…):
Los repositorios institucionales concebidos como el lugar único en el que una
institución depositaría TODA su producción académica parecían ser la solución.
Mi afirmación de entonces se produce dentro de este contexto: un repositorio
único que no tienen más función que la de almacenar ordenadamente (para el
presente y para el futuro) la producción académica de una universidad. Otras aplicaciones
o funciones de realizarían yendo al repositorio a buscar los objetos pero sin
necesidad de que fueran estas aplicaciones las que los contuvieran.
Esto no ha resultado ser así. Los
campus virtuales y las revistas digitales se han construido de forma
independiente a los repositorios. A estos les queda el papel de ser el archivo
perpetuo de la producción. Quizá sea una lástima, pero en todo caso ha sido
así. La evolución de los repositorios no está terminada aún. Creo que la idea
de que sean almacenes únicos de una universidad no ha terminado de funcionar.
Está claro, por ejemplo que los materiales de aprendizaje se están escapando de
los repositorios, estos, por otra parte, han pasado a jugar en la liga del
acceso abierto y esta competición tiene sus propias reglas. Actualmente los
CRIS (Current Research Information System) parecen ser los instrumentos de la
vía verde del OA para hacer posible la creación de una infraestructura de
acceso a la producción científica y en
este movimiento el papel de los repositorios queda relegado a la preservación y
a servir de archivo para los CRIS.
Pero es relativamente poco
importante con qué instrumentos concretos se consigue una finalidad. La biblioteca es la organización que dentro
de una institución debe guardar la información que la institución produce. Esto
ya es un valor, y es un valor no asegurado ya que la preservación digital no es
un tema resuelto aún. Seguramente será un papel que asuman las bibliotecas ya
estas son las organizaciones ya comprometidas con la preservación futura de la
información (lo están también los archivos y los muesos, pero la experiencia de
las bibliotecas es mayor y sobre más diversidad de objetos documentales).
La existencia de repositorios y
las orientaciones de servicio y los conocimientos de los bibliotecarios
posibilitan que la biblioteca-organización ayude a la institución a la que
sirve a conseguir objetivos a través de la información. Hoy los repositorios
están realizando la función de proyectar información a la red de forma que esta
sea no solo se encuentre en los buscadores sino que además sea fácilmente
utilizable por aplicaciones o portales de cara a construir nuevos servicios.
Lluís
Anglada: La primera parte de la cita debe ser a su vez una cita de
Manuel Castells. Su obra “La era de la información: economía, sociedad y
cultura” me ha influido mucho. Creo que da algunas claves para entender esta
época del cambio de siglo y que señala algunos cambios que son sustanciales
para la comprensión de nuestro presente y prepararse para el futuro. Una de
ellas es que las cosas ya no se van a hacer de la misma manera que se hicieron
en el pasado y esto no es debido a que la tecnología usada sea o vaya a ser
distinta, sino que los grupos tienen de organizarse va a ser distinta. El
cambio que destaca Castells es que la organización jerárquica, vertical y en
forma de árbol, de los grupos se debilitará y que formas colaborativas,
horizontales y en forma de red adquirirán más relevancia. Esto no tiene
pretensiones de contenido ético, es descriptivo. La sociedad red puede contener
tantas injusticias o más que la sociedad árbol, pero es la forma de organizarse
de una sociedad distinta, no diferente, sino paradigmáticamente distinta. La
importancia que han tomado las redes sociales en nuestras vidas es un ejemplo de
ello. Las tecnologías han hecho emerger una capacidad de socialización que los
humanos teníamos en estado latente pero que no habíamos desarrollado por falta
de medios.
Esto tiene consecuencias en la organización social a
diferentes escalas y también en la organización corporativa del trabajo y los
servicios. Hacer cosas juntos es más fácil y las barreras tradicionales (entre
comunidades, entre instituciones, entre objetos) pierden importancia. A nivel
bibliotecario esto es así también y las posibilidades, por ejemplo, de
crear catálogos colectivos nacionales, continentales o mundiales son
mucho mayores. Pero lo sustancial aquí no es que los vayamos a hacer porqué son
tecnológicamente posibles, sino porqué serán socialmente necesarios. La
tecnología solo es potenciadora de lo que subyace como necesidad humana.
Algunas invenciones pueden ser una muestra admirable del ingenio humano, pero
no encontraran lugar en la vida social sino responden a una necesidad
determinada. Creo que esto es un aspecto que no se puede soslayar. Las
bibliotecas acercan información a las personas y para hacerlo tienen en las
demás bibliotecas a suministradores de información, ¿por qué no utilizarse
mutuamente, pues, para prestar mejor servicio?
Lorcan Dempsey resume este postulado de futuro afirmando
que las bibliotecas son entidades multi-institucionles. Con ello –interpreto
yo- está diciendo que la biblioteca es un centro independiente prestador de
servicios que usa productos producidos por la red de sus congéneres: otras bibliotecas.
La agrupación de las bibliotecas en alianzas, consorcios, asociaciones, etc.
Nos permite crear servicios que potencian los propios hasta extremos no
imaginables en el pasado. Esta es nuestra fuerza, ser organizaciones bien
preparadas para trabajar en red.
Blanca San José
En 2010 en una análisis
sobre la situación de las bibliotecas “Bibliotecas: un
enfermo con una mala salud de hierro” decías que “los avances tecnológicos y la exuberancia de la
información digital habían producido cambios en los hábitos y expectativas de
los usuarios”. ¿Crees que estos cambios de hábitos y expectativas de los
usuarios que requieren cada vez mayor volumen de información en línea?
Lluís Anglada:
Estamos en un momento de cambio importante y se hace difícil calibrar cómo será
la nueva realidad. Karen Calhoun en su magnífico libro “Digital libraries:
foundations, practice, prospects” hace la biografía de las bibliotecas
digitales y sitúa su nacimiento en 1991. Valga esto para señalar que vivimos en
la tierna infancia de la información digital y en red. Las formas más
consolidadas de expresión literaria, científica y cultual (los libros, las
revistas y las bases de datos) están mutando y con sus cambios emergen nuevos
tipos de documentos, nuevos usos de la información y nuevas formas de consumo.
En el pasado creímos que podíamos acercarnos a los usos de la información de
forma científica previendo su uso. Así en los años 60 y 70 las bibliotecas con
más recursos construyeron colecciones que pretendían (just-in-case) anticiparse
a las necesidades de sus usuarios. Pero la interdisciplinariedad del
conocimiento y la inmensa capacidad humana de encontrar nuevos puntos de vista
hacen que esta pretensión fracase.
Cuando los sistemas para acceder a la información eran más limitados que
los actuales, los usuarios usaban sistemas restringidos, por ejemplo, seguir
los artículos publicados en las 8-12 revistas clave de la especialidad. Ahora
que dentro de un entorno de biblioteca podemos acceder con facilidad a la
práctica totalidad de la bibliografía publicada, las pautas de uso reflejan que
el número de revistas que los investigadores usan se ha ampliado mucho.
¿Podemos
anticipar algunas nuevas formas de uso? Brevemente, es probable que el uso de
la información sea más global, más social, integrado en los flujos de lo
cotidiano y regido más por la conveniencia que por la calidad. Más global
porqué disminuirán las restricciones para acceder a la información; en el
entorno científico es de prever que el Open Access se generalice y que dentro
de poco cualquier científico pueda leer cualquier artículo de su materia. Más
social porqué, entre tanta abundancia, la elección de lo que se va a usar estará
regida por mecanismos sociales; la citación es uno de ellos, pero las
recomendaciones explicitas o implícitas serán otro. Al contrario de lo que se
supone, actualmente la mayor parte de visitas a un recurso digital no proviene
de una búsqueda en Google sino de un click a un enlace. Más integrada en lo
cotidiano porque somos cada vez más consumidores de información y con menos
tiempo para hacerlo; esto hará que nuestros sitios preferidos (periódicos,
revistas, puerta de entrada a alguna de las redes sociales que usemos, página
web de la biblioteca…) sean dispensadores privilegiados e información que
consideraremos usar antes de ir a un buscador. Finalmente, en este mundo de
información abundante y tiempo escaso, lo más mejor será substituido por lo
suficientemente bueno.
Blanca San José
En tu blog Bdig
(biblioteques digitals i cooperación), el pasado día 10 de febrero publicaste
el post Poner en valor la biblioteca, en el dices que
“la valorización de las bibliotecas pasa por dos ejes. Uno es la traducción
económica de sus servicios… y otra es mostrar la contribución de la biblioteca
a las finalidades de la entidad a la que sirve.” ¿Puedes decirnos cuales crees
que son las líneas de actuación para trabajar en ambos fines?
Lluís Anglada: Esta
es fácil. La traducción económica del valor de la biblioteca significa
encontrar algún tipo de medidor que traduzca los servicios prestados en un
equivalente económico del tipo ‘esto que usted ha usado tendría un valor de
mercado de tantos euros’. En esta línea estaría el reciente estudio de Fesabid
“El valor económico y social de los servicios de información: bibliotecas”. Yo
personalmente soy algo escéptico con respecto a esta aproximación no es que no
la crea útil, pero no la creo definitiva.
Creo más en
la utilidad de trabajar en el segundo eje. Dado que toda biblioteca es un
instrumento de una organización o colectividad, la valorización definitiva de
la biblioteca pasaría por mostrar en qué grado los servicios de ésta
contribuyen a realizar las finalidades de la institución a la que la biblioteca
sirve. Así se están haciendo estudios que intentan mostrar que a mejores
servicios bibliotecarios les corresponden mejores resultados académicos de los estudiantes
de una universidad o que las bibliotecas municipales contribuyen a la cohesión
social y alimenta el capital social y la confianza.
No es un
camino fácil pero a mi entender es el camino definitivo. En el pasado las
bibliotecas no fueron nunca cuestionadas por caras y esto fue así porqué se
veían indispensables. La necesidad de mostrar nuestro valor ha surgido
paralelamente a la duda social de nuestra necesidad: ¿para qué bibliotecas si
todo está en la red? No convenceremos a nuestros conciudadanos con argumentos
economicistas, sino mostrándoles que con más y mejores bibliotecas las
colectividades que las sustentan tendrán más y mejores resultados. En la vida
personal, en la laboral y en la social.