Acaba de aparecer el último número de CLIP, el Boletín de SEDIC. En él, Blanca San José Montano, vocal
de Publicaciones de SEDIC me hace una entrevista que reproduzco en dos entregas aquí
Blanca
San José. En 2002, en el artículo ¿Qué es justo?:
modelos de precios en la era electrónica decías que “las compras
consorciadas se realizaban para ahorrar dinero… y hacer más efectivo el gasto…
aunque los modelos de negocio no eran favorables para los consorcios”. ¿Crees
que actualmente con los nuevos modelos de negocio, licencias, precios… esta
situación ha cambiado y mejorado la situación de los consorcios bibliotecarios al
realizar las compras de su material electrónico?
Lluís Anglada: El
artículo es de hace mucho tiempo. En los momentos iniciales de los acuerdos
consorciados algunos modelos de precios estaban hechos en base las
características de las bibliotecas universitarias de los Estados Unidos de
America (EUA). Esto hacía que, aplicados a Europa, fueran injustos. Para dar un
ejemplo, a veces los modelos tarifaban costes a partir de número de usuarios.
Esto en los EUA suponía hacerlo en base a los usuarios a tiempo completo (Full Time
Equivalent), pero este dato ni aún hoy está disponible en las bibliotecas
españolas. Con el tiempo los modelos de precio se han ido adaptando a las
características de las instituciones de educación superior en diferentes
países.
Hoy hay
acuerdos de compra consorciada en casi todo el mundo, lo que indica que son
acuerdos que han sido considerados beneficiosos por diferentes instituciones y
diferentes personas. La no participación en acuerdos consorciados, o una
participación baja, no es indicativo de la maldad de los acuerdos, sino más
bien de la poca capacidad organizativa de llegar a acuerdos con instituciones
similares y formar consorcios de compras.
Esta
extensión de los acuerdos consorciados es la mejor muestra de su bondad ya que,
de no considerarse beneficiosos, no se harían. A mi entender y para España han
supuesto un cambio radical con respecto al acceso a la información. En el caso
que conozco mejor (las universidades de Cataluña) con estos acuerdos los
investigadores han tenido acceso a revistas científicas de calidad a unos
precios muy razonables, cosa que no fue posible en el entorno impreso. Otra
cosa son las desventajas de los acuerdos consorciados que las hay. La venta de
información en paquetes por parte de las editoriales fortalece económicamente a
las revistas que están dentro de los paquetes y debilita a las que no lo están.
Los modelos
de precio criticados en el artículo de 2002 evolucionaron y se estabilizaron
permitiendo la gran extensión de acuerdos que hubo entre los años 2000 y 2005.
Pero estos modelos se basaban en el gasto que un conjunto de instituciones
hacía en revistas impresas. Esta base ha dejado de tener sentido en el momento
en que la mayoría de accesos son digitales, pero aún es la que se usa como
cálculo básico. Los modelos actuales tienen, por tanto, que cambiar. Algunas
editoriales han elaborado modelos de precio basados únicamente en las revistas
digitales. En sí mismos, son modelos ‘mejores’. El problema está en que cuando
se aplican generan desequilibrios (algunos consorcios deben pagar más que
antes) que no se sabe como compensar.
Blanca
San José. En 2003, en tu artículo Impacto e influencia de los consorcios en la gestión
de colecciones decías que habían existido dos oleadas de cooperación
“la primera en los años 70 con la automatización con consecuencias en el
préstamos interbibliotecario… la segunda, a finales de los años 90… con los
consorcios de información electrónica y con consecuencia en las colecciones
(catálogo, préstamo y compras conjuntas)…”¿Crees que nos encontramos ante un
tercera oleada de cooperación?, si es así ¿cuál consideras que son sus
consecuencias?
Lluís
Anglada: Sí, incluso creo que deberíamos citar una oleada anterior
generada por las facilidades de crear catálogos colectivos a partir de la
reproducción fotográfica de fichas, el ejemplo más conocido de los cuales es el
National Union Catalog (NUC). Sí también al hecho que la tecnología ha actuado
como facilitadora de la cooperación bibliotecaria. El uso de los ordenadores en
los 70 y la compra de revistas digitales en los 90. Pero el hecho a resaltar es
que la tecnología es capacitadora, pero incapaz de crear necesidades a no ser
que esta preexistan. Quiero decir con esto que las bibliotecas llevan en su
código genético la necesidad de cooperar.
La cooperación no es un bien en sí
mismo, es un instrumento. Cooperar o hacer cosas colectivamente puede ser un
inconveniente en muchos casos, pero si tu misión es proporcionar información
(esté esta dónde esté), solo hay dos maneras de hacerlo: o tienes toda la
información existente, o te asocias con instituciones semejantes (es decir,
otras bibliotecas) para que, conjuntamente, al oferta de información se
incremente en cantidad y en nivel de satisfacción de peticiones. Las
bibliotecas han elegido el segundo camino ya que el primero no solo es caro
sino que es imposible. En los años 60 y 70 las bibliotecas de las universidades
más ricas comprobaron que por dinero que tuvieran y por mucho que cientifizaran
el proceso de compra nunca conseguirían tener toda la información que sus
usuarios les pedían.
En los 90 la información se hizo
digital y esto propició la cooperación alrededor de las compras consorciadas.
En estos momentos el cambio tecnológico que más afecta a las bibliotecas es que
la información va a pasar a instalarse en la red. No, no lo está aún, es
accesible desde la red. La información en la red estará físicamente en algún
lado, pero estará preparada para ser interoperable. Esto se está haciendo hoy a
partir de portales que recolectan la información digitalizada y almacenada a
nivel local, pero ‘puesta’ en la red a nivel colectivo.
En segundo lugar, lo que estamos
construyendo es una biblioteca digital mundial. Para ello hemos de pasar a
formato digital los muchos documentos manuscritos o impresos que las
bibliotecas han atesorado y que hasta ahora solo eran consultables desde dentro
de sus paredes (de las de las bibliotecas). Muchos de estos impresos están en
diferentes bibliotecas, no tienen sentido que cada una de ellas produzca una
copia. La biblioteca digital mundial será un mosaico compuesto de muchísimas
piezas, para que todas formen una figura reconocible, las bibliotecas deberán
trabajar conjuntamente.
Blanca San José En
2005, en INFODOC definiste los consorcios de bibliotecas como “agrupación
cooperativa para coordinar esfuerzos… y con el objetivo de mejorar los
servicios bibliotecarios a través de la colaboración… sobre todo de contenidos
electrónicos”. Actualmente, ¿Cuáles consideras las actividades cooperativas más
importantes que pueden llevar a cabo las bibliotecas para mejorar su infraestructura,
colección, servicios…? Y ¿cuáles son los apoyos más importantes que necesitan
para su ejecución?
Lluís
Anglada: Sí, en 2005
la actividad cooperativa con mayores beneficios era la de contratar
conjuntamente recursos electrónicos. Probablemente esta sea aún (y para los
próximos 5 años, al menos) la principal actividad cooperativa. En las preguntas
anteriores ya he destacado el hecho que la agrupación de las bibliotecas en
cooperativas de compra ha supuesto un cambio sustancial en los servicios que
ésas ofrecen ya que permiten ofrecer mucha más información de la que habrán
podido ofrecer a sus usuarios en el entorno papel y comprando de forma
individual. Quisiera destacar que esto ha supuesto además, para las bibliotecas
que lo han hecho, una ganancia enorme en prestigio para las bibliotecas ya que
sus usuarios han percibido la enorme ganancia del acceso electrónico a revistas
como una aportación de las bibliotecas a pesar que esto ha sido un resultado de
una agrupación de factores (tecnología, más modelos de precio para compras
conjuntas más la capacidad de las bibliotecas de agruparse).
Con
consorcios constituidos, las actividades cooperativas que representan
beneficios claros para las bibliotecas consorciadas son diversas. Los objetivos
de la cooperación de los años 70 y 80 continúan siendo válidos ya que los
catálogos colectivos y el préstamo entre bibliotecas mejoran mucho los
servicios que las bibliotecas ofrecen. Las colecciones impresas tendrán una
importancia decreciente en el futuro próximo pero continuarán siendo las únicas
fuentes para algunas actividades de investigación y aprendizaje. La
constitución de almacenes cooperativos donde guardar de forma eficiente
impresos importantes para la investigación pero de poco uso será otro ámbito de
cooperación en los próximos años, tal como lo está siendo ya en los países más
avanzados en estructura bibliotecaria.
También lo
serán la construcción de plataformas o portales de visualización conjunta de
información digital. Estos portales pueden hacerse al margen de la cooperación,
pero su efectividad está asociada a compartir normas, conocimientos
infraestructura y planes de digitalización. Quisiera destacar que hay ámbitos
en los que la cooperación no tiene papel. Estos serían los más asociados al
usuario final: la atención al usuario, la detección de sus necesidades, el
acompañamiento en hacer posible el Open Access, la formación…
Para cooperar
(da igual en qué cooperemos) se necesitan de forma indispensable dos cosas:
visión compartida y generosidad. Tener una idea clara de lo que se debe hacer
no es fácil, que esta visión lo sea con otros lo es menos, pero no podemos
hacer cosas conjuntamente si no vemos de forma igual o parecía los retos a los
que nos enfrentamos y no compartimos una determinada solución como la mejor o
como la menos mala. La dificultad de tener una visión compartida depende del
momento. A veces los objetivos son compartidos pero se carece de la fuerza para
llevarlos a cabo, sería el caso hoy de hacer un catálogo colectivo, por
ejemplo. En otros casos la necesidad no es compartida y el problema entonces es
de liderazgo, de mostrarla y de encontrar aliados para ejecutarla. La
generosidad no significa hacer cosas que uno no quiere, sino ser lo
suficientemente flexible como para no impedir la cooperación con exigencias que
lo son para uno pero que no pueden satisfacer los demás. Cooperar quiere decir
estar entrenado en el gana-gana, es decir, en observar las ganancias propias
sin fijarse (demasiado) en si las de los compañeros de viaje son mayores o
menores que las nuestras.
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