Mientras los acuerdos de compras consorciadas estaban en sus inicios, un
grupo de reputados científicos publicó en 2001 una carta abierta proponiendo
crear “an online public library that would provide the full contents of the
published record of research and scholarly discourse in medicine and the life
sciences in a freely accessible, fully searchable, interlinked form” (1). Había nacido el movimiento del Open Access que
parece destinado a cambiar de forma sustancial algunas reglas de funcionamiento
centenarias en las que se basa la comunicación científica.
El OA propugna un acceso abierto (es decir gratuito)
a los artículos científicos y un uso abierto (es decir no sujeto a
restricciones en su reutilización) de los mismos. Su gran fuerza está en el
meme que dice que los resultados de la investigación científica deben ser
públicos ya que están mayoritariamente financiados por fondos públicos. Diferentes
factores convergen en la dirección de poner los resultados científicos en
abierto: el altruismo de los científicos y la voluntad de regeneración
económica de los políticos. A ellas se suma que las editoriales comerciales
están viendo cada vez menos posibilidades de negocio en la edición de los
artículos y más en la gestión de su visibilidad y en servicios de valor añadido
a la investigación.
El OA ha dejado de ser una obligación moral para
pasar a ser un imperativo social: “But it
is not only about a moral obligation. Open access is also essential for the development of
our society. Access to scientific research enhances creativity in
society” (3). Ya no es solo un tema de científicos,
editores y bibliotecarios y ha entrado en la agenda de los políticos, y los
países europeos, presionados por la Comisión Europea, se afanan a crear políticas que favorezcan el
acceso abierto (4). Hoy, pues, no se duda de que el OA sea el horizonte de la
edición científica (5), aunque nadie se atreva a vaticinar cuándo, cómo y a qué
precio.
La clara voluntad de algunas agencias de
financiación de la investigación y de algunos gobiernos de imponer el OA se ha
encontrado con el obstáculo de cómo financiarlo. El sistema de comunicación
científica de las revistas impresas suponía que pagaba el lector (él
directamente o a través de suscripciones hechas por la biblioteca de su
institución) pero el OA está haciendo que quién pague sea el que escribe. En
cualquier caso, cuándo es la propia institución quien debe hacer frente a los gastos
de publicar en abierto (6) uno se da cuenta que se ha frivolizado con los
costes de publicar y las ganancias de los editores. El circuito de la
comunicación científica es mejorable, pero no lo haremos minimizando los costes
de su administración ni negando el valor aportado por el proceso editorial. Podía
paracer una solución pagar los costes editoriales por publicar (author publication costs - APCs), pero estos son
difíciles de gestionar y su administración no deja de ser un coste añadido con
el que no se contaba (7). Una solución (ensayada por el consorcio holandés y
Springer) es la de incluir los costes de los APCs en la negociación de la licencia
de compras consorciadas.
El posicionamiento del influyente informe Finch (8) a
favor de la vía dorada suscitó numerosas críticas que resaltaron que la publicación,
previo pago de los APCs, en abierto en revistas abiertas o híbridas no cambiaba
sustancialmente el modelo tradicional. Esto es cierto ya que el modelo de
comunicación científica continúa estando basado en revistas, que publican
artículos después de una revisión por pares, artículos que serán citados (o no)
y dotaran así a la revista en determinada posición en un rango de citación. No se están creando las condiciones para que emerga un
nuevo modelo para la comunicación científica. Creo que esto es cierto, pero no
por ello podemos obviar las debilidades de los repositorios como alternativa,
debilidades que el informe Finch resalta y que no he visto convincentemente
refutadas. Curiosamente, el éxito más innegable de la vía verde es existencia
de arXiv.org, no ha supuesto ninguna disminución de revistas de física (9).
El debate sobre cómo conseguir el acceso abierto de
forma universal se ha centrado en la función de difusión de conocimiento que
tienen las revistas. Pero estas cumplen otras funciones, entre las cuales la de
permitir la construcción del capital reputacional de los científicos. La
carrera académica e investigadora se ha basado en las citas, este ha sido el
pecado de Adán del actual sistema de comunicación científica (10) y hasta que
no se sepa cómo construir un sistema alternativo vamos a tener una dependencia
alta de las revistas. Mencionamos a menudo que las editoriales cobran pero no
pagan ni a autores ni a revisores, cierto; pero también lo es que el sistema de
selección y evaluación de profesorado y las ayudas a la investigación se
sustentan en una parte importante en el edificio de las citas en las revistas,
un edificio por el que la academia no paga de forma directa.
Finalmente, el informe Finch ya citado nos habla de
tres vías para tener un amplio acceso a la información científica y la tercera
son las compras consorciadas. Es cierto que este es un acceso vallado, pero
también lo es que la acción coordinada de las instituciones y las bibliotecas
puede extender el espacio cercado por las vallas hasta incluir un amplio número de personas. En una acción
conjunta ente editores y consorcios, deberíamos ser capaces de hacer frente a
los incrementos anuales de precio por encima del de los presupuestos, no con
dinero nuevo, sino con la aportación adicional de nuevos clientes. Añadamos que
hay recursos de información que seguramente se quedaran al margen del OA
durante largo tiempo o para siempre (bases de datos, materiales especiales para
determinado grupo de usuarios o libros e-), y que, en este caso, las
suscripciones consorciadas continúen teniendo sentido.
Los títulos de revistas relevantes (las incluidas en
las bases de datos de citas) se concentran en muy pocas editoriales y algunas
sociedades científicas. A su vez, las universidades con vocación de
investigación y los centros de investigación coinciden en querer tener acceso a
este corpus de información, cosa que acabarán haciendo de forma coordinada o
consorciada.
Este pequeño conjunto de agentes son arte y parte
del circuito de la comunicación científica y parece verosímil que la difícil
transición al OA global discurra por una vía triple en el que los pagos por
publicar en abierto, el autoarchivo en repositorios y los Big Deals dialogaran
entre sí. Lo que está en juego es demasiado importante, y las incertezas aún
demasiado grandes, como para apostar a un solo número.
Notas:
(2)
Black,
D. (2014). Can creators and curators redefine the scientific record?, en: Information
Research, vol. 34, p. 173–180. doi:10.3233/ISU-140719
(3)
Dekker,
S. (2014). Going for gold, en: Information Services & Use, vol. 34, n. 3-4, p. 185–188.
doi:10.1016/S0140-6736(94)93022-8.
(4)
Lomazzi,
L., & Chartron, G. (2014). The implementation of the European Commission
recommendation on open access to scientific information : Comparison of
national policies, en: Information Services & Use, vol. 34, n. 3-4, p. 233–240.
doi:10.3233/ISU-140743
(5) A pesar de esto, publicar en abierto es de los
factores considerados como menos importantes por los investigadores en el
momento de someter sus artículos a alguna revista.
Ver: Housewright, Ross (13), op. cit., p. 59 y Borrego, Ángel (14), op.
cit., p. 27. Esto, a pesar que un 89% de los
científicos consultados en el proyecto SOAP consideraron que el OA es
beneficioso para la ciencia (Suenje Dallmeier-Tiessen, et al. (11), “Highlights from the SOAP project survey. What Scientists Think
about Open Access Publishing”, en: arXiv.org, http://arxiv.org/abs/1101.5260v2).
(6) Nos referimos a menudo a lo que los autores deben
pagar por ser publicados en abierto, però olvidamos que los costes de mantener
un repositorio institucional son elevados. Ver: Burns, C. Sean; Lana, Amy; Budd, John M. (13), Institutional
Repositories: Exploration of Costs and Value, en: D-Lib Magazine, vol. 19, n. 1-2 http://www.dlib.org/dlib/january13/burns/01burns.html
(7)
La
gestión de un APC puede tenir un coste medio de 150$ por transacción, según
Richard Wynne (15), “Perspective of a System Provider: Services and Billing
Start with Submission Making APCs work for everyone”, en: APE 2015 The International Conference: Academic Publishing in Europe.
(8)
Finch,
Janet (12). Accessibility,
sustainability, excellence: how to expand access to research publications:
Report of the Working Group on Expanding Access to Published: Research
Findings: Report of the Working Group on Expanding Access to Published Research
Findings. http://apo.org.au/sites/default/files/Finch-Group-report-FINAL-VERSION.pdf
(9)
Sweeney,
D. (2014). Working together more constructively towards open access, en: Information Services & Use, v. 34, p.181–184.
doi:10.3233/ISU-140722
(10)
“By placing a core set of journals into sharp relief, ISI (and a few
other prestigious bibliographies) managed to skew a quest for excellence into a
race for elitist status. In itself, such a trend might not have been a matter
of grave concern if the control of scientific publishing had solidly remained
in the hands of the scientific communities, and if the elitist impulse had been
kept within reasonable bounds. Hierarchy, as we have already seen, is the stuff
of science, and science can even flirt with elitism without seriously harming
its basic structure. Also, improving the tools to refine the competitive rules
of science should certainly be applauded. However, the transformation of a
quest for excellence into a race for elitist status bore important implications
for any research library claiming to be up to snuff: once highlighted, a
publication becomes indispensable, unavoidable. The race demands it. It must be
acquired at all costs. There lies a crucial phase in the transformation of
scientific publishing and it also lies at the heart of the serial pricing
crisis. It amounted to a first revolution in the economics of knowledge and it
was felt as a serial”. Guédon, Jean-Claude (01), “In Oldenburg’s long shadow:
librarians, research scientists, publishers and the control of scientific
publishing”, en: ARL Proceedings 138, http://www.arl.org/storage/documents/publications/in-oldenburgs-long-shadow.pdf, p. 22. Hay traducción catalana hecha por el CBUC: http://www.recercat.net/bitstream/handle/2072/9019/Traduccio14.pdf?sequence=1