En el post anterior hice una valoración positiva de las compras
consorciadas que se iniciaron hace casi 20 años pero que se desarrollaron con
toda su intensidad en la primera década de este siglo. Esto no quiere decir que
la situación actual sea idílica.
Seguramente el problema principal sea hoy que
estamos en una situación de estancamiento o impasse parecida a la que anunció
K. Frazier. Mientras las compras consorciadas supusieron grandes incrementos en
accesibilidad, y mientras se pudieron negociar en entornos de crecimiento
económico, los Big Deals fueron acuerdos de gana-gana para todas las partes
(lectores y autores, bibliotecas pagadoras y editoriales).
Pero esta sensación
de acuerdo beneficiosa para todas las partes ha ido difuminándose debido al
entorno económico recesivo de los últimos años, a la creciente sensación de que
la bibliografía científica debe ser accesible para todos, al incomodo producido
por la imparable concentración de editoriales y a la distancia de la que quedan
ya las mejoras mencionadas de las compras cooperativas.
A mi entender, el peor (pero no el único) de los
problemas es que los precios continúan incrementándose por encima de lo que lo
hacen los presupuestos. La inflexibilidad de los acuerdos conduce a una
situación de ‘o lo tomas o lo dejas’ (es decir, o lo continúas tal como está o
lo cancelas en su totalidad). Pero las revistas empaquetadas son tan
importantes y, por su número, tan visibles, que los acuerdos tienden –en
general- a renovarse, y esto se hace a menudo sacando dinero de las partidas
con las que se pagaban suscripciones a revistas no empaquetadas y a monografías
(1). Esta voluntad de las bibliotecas universitarias de ‘hacer las paces’ con
los incrementos de las revistas supone una tendencia que prima las disciplinas
científicas con respecto las de ciencias sociales y humanidades, ya que los
precios de aquellas incrementan por encima del de estas.
La situación económica actual, de crisis o
estancamiento de los países occidentales, ha hecho que las renovaciones anuales
de los acuerdos consorciados sean cada vez más difíciles. A esto ha ayudado una
condición subjetiva: la idea de que la información científica se paga dos
veces, una para producirla y otra para leerla. A esta idea dedicaré el próximo BDig.
Como creo que las subjetividades influyen, debemos
mencionar dos más: la de que la concentración de editoriales que se ha producido
en los últimos 15 años es excesiva y contraria a los intereses académicos, y la
de que los beneficios empresariales de las editoriales científicas comerciales
son excesivos. Hoy hay cuatro grandes casas editoriales que publican alrededor
de 2.000 de revistas cada una: Elsevier, Springer, Taylor & Francis y
Wiley. Si a estas les sumamos algunas asociaciones profesionales (por ejemplo,
la American Psychological Association – APA,
el Institute of Electrical and Electronics Engineers – IEEE, o
la Royal Society of Chemistry - RSC) nos encontraremos que, en la mayor parte
de las disciplinas académicas, el 70% de los artículos citados se concentra en
no más de unas 20 editoriales (algunas comerciales; sin afán de lucro, las
demás) (2).
¿Qué coste debería tener un acuerdo consorciado? La
mayor parte de los acuerdos consorciados existentes tienen en su base la
adición del gasto en revistas impresas que –previamente al acuerdo- el conjunto
de bibliotecas gastaba en una editorial dada (3). El acuerdo se cierra
añadiendo algún porcentaje a este ‘gasto previo o histórico’ para que una
universidad tenga acceso a las revistas suscritas por los demás miembros del
consorcio (‘acceso cruzado’) y otro para acceder a la totalidad de la
colección. El gasto previo está también en la base de la mayoría de las
fórmulas de distribución de costes entre los consorciados. En un acuerdo
consorciado, el gasto previo es representativo de los que una universidad ha
decidido gastar en una editorial y, por lo tanto, es un indicador que puede
usarse para calcular tanto el precio como el importe de la aportación. Pero es
evidente que, cuanto más se aleje el acuerdo en el tiempo, menos fiable es este
indicador.
Las editoriales, por su parte, sufren también
distorsiones debidas a haber basado los precios en el gasto previo. En
bastantes casos, las editoriales publican a cuenta de sociedades a las que
tienen que revertir beneficios, y este reparto tradicionalmente tenía como
indicador claro las suscripciones, pero el valor de este indicador se debilita
enormemente en una compra consorciada donde los usos de las revistas suscritas
previamente –antes del acuerdo- pueden ser menores a los que provienen de las
revistas agregadas. Algunas editoriales han intentado definir el valor de sus
revistas (y, por lo tanto, de sus paquetes) de forma independiente al gasto
previo, pero en el momento de querer implementar los nuevos modelos de precio,
el gran obstáculo con que se encuentran es que nadie quiere pagar si el precio
con el nuevo cálculo supera al precio ‘antiguo’ (ni la editorial está dispuesta
a aplicar un precio más bajo que el actual si este es el resultado del nuevo
modelo de precio). Algunas sociedades editoras están introduciendo nuevos
modelos de precio (4), pero, de momento, la mayoría continúa moviéndose bajo el
paradigma que permitió el nacimiento de los Big Deals: el gasto previo.
Es evidente que algunos de los problemas mencionados son nuevos y
‘digitales’, pero quiero destacar que algunos de ellos tienen algunos años y se
fraguaron en la era de lo impreso. En los años 70 se acuño el término de ‘la
crisis de las revistas’ (5) para referirse al hecho que el precio de las
revistas se incrementaba por encima del IPC, canibalizando así los presupuestos
dedicados a monografías. A los acuerdos consorciados se les ha atribuido
erróneamente los males del incremento de coste de las revistas, pero los Big
Deals no son ‘la causa’, aunque sí sean uno de los factores que intervienen en
un enmarañado paisaje.
Notas:
(1) Puede verse claramente en el gráfico de ARL http://www.lib.berkeley.edu/photos/photos/original/ARL_Expenditure_Trends.jpg
(2)
Study on the economic
and technical evolution of the scientific publication markets in Europe (Brussels:
European Comission, 2005), p. 39. http://ec.europa.eu/research/science-society/pdf/scientific-publication-study_en.pdf
(3) Anglada i de Ferrer,
Lluís M.; Comellas, Núria (2002), What’s fair? Pricing models in the electronic
era, en: Library Management, vol. 23,
n. 4/5, p. 227-233, http://www.emeraldinsight.com/0143-5124.htm. Hay versión
castellana de 2002: «¿Qué es justo? : modelos de precios en la era
electrónica», en: BiD: textos
universitaris de biblioteconomia i documentació, juny, núm. 8. http://bid.ub.edu/08angla2.htm
(4) Por ejemplo, la American
Chemical Society, está desde hace unos años aplicando un modelo de precio donde
este es independiente de las suscripciones anteriores y se relaciona en cambio
con el nivel que la asociación asigna a la institución suscriptora. Pero esta
aplicación de un modelo de precio independiente del pasado no está exenta de
polémica (ver, por ejemplo: el post de Jenica Rogers (2012), Walking away from
the american chemical society, en: Attempting Elegance, 12 september, http://www.attemptingelegance.com/?p=1765 . La Royal Society of Chemistry – RSC está
intentando introducir un Nuevo modelo de precio independiente del pasado, en
este caso intenta solucionar los problemas de la transición combinando el nuevo
precio con bonos APC para publicar en abierto.
(5)
El
termino ha encontrado su lugar en la Wikipedia, ver: http://en.wikipedia.org/wiki/Serials_crisis
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