Las preocupaciones y reflexiones sobre el futuro suelen serlo sobre el qué. Es decir, sobre las realidades que emergerán o sobre los cambios que sucederán. Manuel Castells, uno de los analistas más lúcidos sobre la sociedad de la información[1] ha dedicado parte de su obra a explicar que la profundidad de los cambios que estamos viviendo se manifiesta no solo en que se crearan nuevas realidades, sino en que la forma de actuar de las organizaciones cambiará también de forma profunda. Si en la sociedad industrial la forma organizativa dominante ha sido la jerárquica en forma de árbol, en la sociedad informacional, la forma organizativa será (está siendo ya) la de red en forma de nube. Los conglomerados empresariales que han caracterizado la era de la industria dejarían paso a organizaciones autónomas que tienden a organizarse de forma más libre creando entramados de red.
Los debates sobre cuáles serán los cambios que deberemos acometer, por importantes que estos sean, no deben agotar la totalidad de nuestras fuerzas movilizadas para el cambio. Tenemos que reservar parte de estas para debatir sobre las formas cómo llegaremos a ellas. No estamos mal preparados para ello. Pasemos a verlo.
La biblioteca como organización en evolución ha mostrado en el pasado su capacidad de cambiar no solo lo que hacía sino también como lo hacía. Las bibliotecas han creado asociaciones nacionales e internacionales hace más de cien años, crearon redes de bibliotecas y cooperativas en los años 80 del siglo XX y consorcios ahora hace unos 10 años. Con estas organizaciones se está estableciendo una red tupida de entidades que, siendo independientes, cooperan para una finalidad común y con el resultado de ser más efectivas para el público al que sirven.
La cooperación es un instrumento que debemos usar para mejorar la forma en que prestamos servicios. Es un instrumento que tiene dos utilidades: sirve para conseguir cosas que una biblioteca solo no podría hacer y para reducir los costes operativos de las bibliotecas. El nacimiento reciente de consorcios de bibliotecas ha supuesto un nuevo impulso a la cooperación, cosa que nos prepara mejor para los retos del futuro. Con las compras consorciadas de información electrónica, por ejemplo, hemos conseguido proporcionar para los usuarios de bibliotecas universitarias niveles de acceso de información que eran inimaginables sólo hace unos pocos años. La formación de redes de entidades independientes con un propósito común será la forma de organizarse de la sociedad de la información, forma para la que estamos especialmente bien preparados y de la que teneos ejemplos en el catálogo mundial WorldCat[2] de OCLC, el repositorio cooperativo de libros electrónicos de Hathy Trust[3] o en las redes de referencia virtual.