Reflexionar sobre el futuro de las bibliotecas desde una perspectiva nacional tiene dos implicaciones. Una es evidente: que el futuro terminará afectando nuestros desarrollos locales. La otra lo es menos: que lo que nosotros hagamos puede influir de alguna manera o en alguna intensidad en la forma que vaya a tomar el futuro.
Quizá la segunda derivada sea obvia desde países acostumbrados a tener un protagonismo en la definición del futuro. No es el caso de España (al menos para los bibliotecarios de mi generación), un país caracterizado por un fuerte componente autocrático que estuvo además apartado de las grandes corrientes que han influido en la historia europea y mundial durante un largo período del siglo XX. Hay muchos futuros posibles pero solo uno llega a ser realidad y es el presente real (y no el futuro posible) el que termina influyendo en las realidades nacionales
Con esto quiero significar que la forma que terminen tomando los futuros nacionales dependerá en gran manera de cuales sean las tendencias que se consoliden como realidades para un desarrollo social que cada vez es más global y uniforme, es decir, menos nacional. Hubo un momento en el que las realidades locales configuraron futuros propios, pero actualmente parece que el futuro tomará una forma menos plurimodal de lo que ha tomado hasta ahora.
Uno de los grandes aciertos de los bibliotecarios españoles ha sido el de no dejar que nuestra tradición bibliotecaria nos influyera demasiado. Dicho de otra forma: el de buscar soluciones de futuro en las realidades de presente de los países con mejores bibliotecas. Lo hemos hecho incluso menos de lo que sería deseable, pero nuestros aciertos provienen de aquí.
En un pasado reciente, hablar del futuro de las bibliotecas desde España (y desde la mayoría de países) era fácil. Se trataba de planificar cómo podíamos llegar a un futuro que era conocido con el simple hecho de estudiar las realidades de los países bibliotecariamente más avanzados que nosotros mismos. Pero ahora, si es cierto que estamos inmersos en un proceso de cambio profundo (¿y quién lo duda?), no está muy claro que podamos proceder de forma tan fácil, ya que lo que vaya a ser el futuro está mucho más por definir que en otros momentos.
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