Las bibliotecas han sido espacios en los que se han creado colecciones de documentos que, procesados con las técnicas convenientes se han ofrecido para su uso. Esta es una de las muchas definiciones posibles de lo que es la misión de las bibliotecas. Formados en esta misión, los bibliotecarios hemos ido generando conocimiento alrededor de la creación de colecciones, el diseño de edificios, las técnicas de organización y los servicios para el acceso. Así pues colecciones, edificios, tecnologías y servicios han sido los grandes ámbitos teórico-prácticos alrededor de los cuales la profesión ha reflexionado sobre si misma y ha evolucionado para sus usuarios.
En el momento en el que se rompe el paradigma de la biblioteca tradicional (construido alrededor del documento impreso), sobreviene la crisis. La información digital es ubicua, convierte a los edificios en innecesarios, hace obsoletas las técnicas creadas a lo largo de décadas y prescindibles los servicios tradicionales. Las bibliotecas no tienen futuro si quieren fundamentarse en la tradición, o al menos, en la tradición construida alrededor de la información impresa. Las bibliotecas no tienen futuro si concentran sus miradas en los instrumentos a través de los cuales ha satisfecho necesidades más profundas que las expresadas en nuestra definición de anterior.
Las bibliotecas son un organismo en crecimiento, cómo estableció S.R. Ranganathan en su 5ª ley; es decir, un organismo en evolución. Pero su misión profunda tiene que ver con el proceso (o procesos) a través del cual las personas usan, incorporan o se relacionan con la información. La forma que esta tome (impresa o digital), los receptáculos que la conserven (edificios u ordenadores), las técnicas con la que se organice (con mayor o menor intervención humana) o los servicios con los que se difunda (personales o virtuales) son medios, no fines.
Las personas tenemos necesidades de muchos tipos, y creamos organismos (organizaciones) para ayudarnos a satisfacerlas. Escuelas para aprender, centros de ocio para distraernos, tiendas donde comprar… Las personas hemos necesitado relacionarnos con la información, y todo lleva a creer que esta necesidad va a augmentar en el futuro. Necesitamos, pues, organizaciones que nos hagan más fácil nuestra relación con la información. Tenemos que recrear los instrumentos para ser más efectivos en la consecución de la finalidad esencial de las bibliotecas.
Podemos pues reconstruir las bibliotecas a partir de un nuevo paradigma y coleccionar documentos digitales y procesarlos y disponerlos para su uso con las posibilidades actuales de los ordenadores y de la red. Podemos hacerlo y así recreamos las bibliotecas, las hacemos evolucionar y les aseguramos un futuro. El futuro de las bibliotecas está en esta recomposición pero no solo en ella. No estamos frente a un momento más en una cadena evolutiva, sino frente a un momento de ruptura y debemos profundizar en lo que las bibliotecas han aportado como valor a la sociedad, a mi entender, ayudar a las personas en el proceso complejo de usar información.
Quizá el mejor ejemplo de que lo tradicional puede renacer, si nos fijamos no en la superficie de las cosas sino en lo que subyace en ellas, sean los edificios. La biblioteca física, construida alrededor de los libros y otros documentos impresos, se ha sabido recrear en centros educativos y en ciudades cuándo se ha rediseñado alrededor de las personas y de sus necesidades con respecto a la información. Éstas se satisfacen en parte a distancia (cómo se satisfacían a distancia muchas necesidades en el paradigma de lo impreso), pero los espacios bibliotecarios recreados en ‘information commons’ o en ‘collaboratories’ han dado salida a una necesidad profunda relacionada la información: la de usarla de forma compartida.
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