[El v. 23, n. 2 (marzo-abril de 2014) de la revista “El profesional de la información” tratará de Políticas de información. Paso a publicar por entregas mi contribución (4/6).]
El dominio emergente de lo digital reconfigurará
las relaciones del ciudadano con la cultura y debe suponer más información y
más capacidad de usarla para el ciudadano. Los espacios de uso libre de la
información dentro de lo que han sido las bibliotecas hasta ahora deben
extenderse al espacio virtual donde el ciudadano ha de poder encontrar la información que rellena
su ocio, le forma y configura su memoria. La biblioteca no edificio y sí
organización ha de poder prestar libros digitales, ofrecer información digital
para el uso de todos y garantizar que el acervo de lo nacido digital pasará a
las generaciones futuras.
Para los ámbitos anteriores hemos afirmado
que se daba coincidencia amplia sobre los objetivos finales. En este en cambio
incluso estos pueden estar en entredicho ya que la información digital erosiona
los modelos de mercado vigentes.
No se puede banalizar el impacto del préstamo
de libros en formato digital sobre la sostenibilidad económica de las empresas
editoriales y las cadenas de distribución de la cultura. Las editoriales han
contribuido a la difusión de la cultura a la vez que han sido empresas con
finalidad de lucro e incluso a veces muy rentables. El fomento de la lectura y
las funciones educativas y sociales realizadas a través del préstamo gratuito
de libros por parte de las bibliotecas debe poder continuar haciéndose en
beneficio del ciudadano y de la sociedad y debe hacerse manteniendo algún tipo
de negocio para el editor. Carme Fenoll definía el problema de esta manera “los
editores no acaban de dar luz verde al préstamo de libros electrónicos en las
bibliotecas públicas porque creen que éste desequilibraría el sector y
repercutiría disminuyendo sus ventas”[i].
Lo cierto es que -a diferencia del caso de las revistas científicas con el pago
por publicar- en el ámbito de la edición comercial no se ha encontrado aún el
equilibrio que satisfaga a las dos partes. La solución no es ni será fácil ni
tampoco será local. Debería crearse una alianza de autores, editores, libreros
y bibliotecarios que intentara definir un acuerdo nacional por el préstamo
digital. Un acuerdo que sería provisional y que probablemente solo pueda
configurarse de momento de forma piloto. Al mismo tiempo esta alianza debería
tener la vista puesta en las operaciones parecidas emprendidas por países próximos[ii].
El segundo elemento punto de una política de
información para la ciudadanía sería el fomento de la digitalización de
documentos no nacidos digitales y sobre todo su puesta a disposición en
formatos interoperables y regímenes de uso amplios. Lo primero parece formar
parte de lo asumido por todos y podríamos citar aquí diferentes iniciativas
ejemplares de digitalización de documentos[iii].
Creo que los consensos y planes de acciones institucionales deben centrarse en
la interoperabilidad de los documentos digitalizados (muchos de ellos con
recursos públicos). El enorme universo de la cultura humana se ha desplegado en
nichos que tienen más que ver con la forma que han tomado los documentos que
con sus contenidos. El mundo de lo digital nos permitirá recomponer los nichos
en un todo, al menos en el dominio del acceso. Para que una persona pueda
acceder a los contenidos que le interesan de forma independiente de la forma
que estos tomen (o de las instituciones que los almacenen), los metadatos deben
ser interutilizables por aplicaciones, indistintamente del ámbito institucional
en el que se hayan producido. Probablemente la web semántica y los datos
abiertos y enlazados (linked open data) sean la solución, pero antes de un uso
amplio de los mismos, los diferentes colectivos profesionales que tratan con
documentos culturales deberán hacer esfuerzos de aproximación en la forma como
los tratan.
Finalmente la preservación de lo nacido
digital deberá afrontarse también en alianza entre diferentes sectores. Las instituciones
culturales no son las que tienen la infraestructura y la tecnología que se
requerirá para preservar la cada vez mayor cantidad de información nacida
digital que deberíamos garantizar que se conservara para el futuro. Ni serán
tampoco los tecnólogos quienes tendrán los conocimientos y la sensibilidad que
se necesitarán para manejar documentos digitales de diferente procedencia y
contexto. Ni hay consenso amplio sobre lo que debemos preservar ni instrumentos
preparados para hacerlo. Y en este caso la solución tampoco podrá proceder de
una sola instancia.
En este campo de información para la
ciudadanía los agentes se multiplican, autores, editores y libreros; archivos,
bibliotecas y museos; documentalistas e informáticos: en todos los casos se trata
de establecer alianzas con sectores que han sido vecinos en el reino de lo
impreso, pero vecinos incomunicados. Las políticas de la información que se
deben establecer aquí quizá sean las más difíciles de tejer debido a la
heterogeneidad de culturas corporativas e intereses de sus agentes.
[i] Carme Fenoll, “Políticas de préstamo digital en las bibliotecas
públicas: el caso de Inglaterra”. Blok de BiD, 15/05/2013, http://www.ub.edu/blokdebid/es/content/pol%C3%ADticas-de-pr%C3%A9stamo-digital-en-las-bibliotecas-p%C3%BAblicas-el-caso-de-inglaterra
[ii] Recomiendo la lectura
de los excelentes informes para el Blok de BiD hechos por Carme Fenoll y por
Cristóbal Urbano sbre el préstamo de libros Electrónicos en Estados Unidos,
Francia e Inglaterra.
[iii] Ver, por ejemplo: “Le Québec doit mobiliser et fédérer, avec
l’appui de l’État, ses artistes et organismes, industries culturelles, médias,
institutions patrimoniales et muséales, afin d’assurer, grâce au numérique, la
persistance de notre culture, son rayonnement et son renouvellement.” En: Pour
occuper l’espace numèriques: stratégie culturelle numérique du québec
(Gouvernement du Québec, 2014). http://www.mcc.gouv.qc.ca/fileadmin/documents/Strategie_culturelle_numerique/MCC-StrategieNumerique-HR.pdf
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