[El v. 23, n. 2 (marzo-abril de 2014) de la revista “El profesional de la información” tratará de Políticas de información. Paso a publicar por entregas mi contribución (5/6).]
Hemos dibujado tres ámbitos relativamente
autónomos de construcción de acciones concertadas o de políticas de la
información: uno alrededor del libro impreso, otro alrededor de la
investigación y un tercero alrededor de la cultura. Pero hay un ámbito que
debería conciliar los acuerdos de los tres ámbitos y sumar aún a nuevos
agentes: las bibliotecas escolares.
Algunas mentes lúcidas y algunos gobiernos
creen que la sostenibilidad y desarrollo de nuestra sociedad pasan por las
innovaciones que pueda aportar la ciencia y que esta dará más y mejores
resultados si se realiza en abierto. Esto supone un impulso importante de
políticas de información pero deberíamos saber aprovechar este empujón para
extender las acciones. La innovación puede mejorar si la información–objeto se
hace más accesible, pero lo hará también, si y solo si, si los científicos,
profesionales y ciudadanos pueden integrar la información de forma creativa y
crítica.
Esto solo se conseguirá con una formación
para la información, formación que debe iniciarse en la escuela y que debe
apoyarse en planes y profesionales especializados. ¿Alguien puede imaginase una
educación física sin instalaciones deportivas y sin profesorado preparado?
Menos deberíamos podernos imaginar una educación para la información sin
bibliotecas escolares y sin profesionales preparados para atenderlas.
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